sábado, diciembre 23, 2017

Una historia de Navidad

Te encontré, casi escondido, mirando el cruce, semáforo en rojo, semáforo en ámbar, semáforo en verde. Me acerqué a ti, hacía tanto tiempo que no te veía que sentí reparo al rozar tu hombro.
Te giraste y me dedicaste esa mirada tan tuya, cansada pero llena de vida, tu vida.

- Hola - te dije casi en un susurro
- Hola viejo amigo...
Bajé la mirada, aún a sabiendas que no tenías nada que reprocharme, sentí que algo se había quedado colgando entre lo dos. Tú lo notaste, ¡cómo no!

- No te preocupes, ha pasado mucho tiempo, pero eso no significa que me haya ido, estoy aquí siempre que quieras encontrarme...
- Lo sé,  te he echado de menos.
- El momento llega, cuando llega el momento. es asi aunque a veces parezca que ya no volverá, simplemente sigue adormecido... como te pasa a ti...
- ¿A mi? - le dije, intentando hacerle creer que no sabía de lo que hablaba.
- Si... es como aquella que vez.. ¿te cuento una historia?
- Claro  - le contesté, mientras nos sentábamos en un banco de la plaza
- Recuerdo el frío que hacía en aquel invierno, no como esté, que parece un otoño sin fin,  aquellas escaleras de madera que crujian cuando las pisabas, sin saber si era por su vejez o por el tiritar con las bajas temperaturas.
Subía aquellas escaleras despacio,  recordándome otros tiempos donde de pequeño visitaba una ciudad oscura y triste, sin embargo yo sabía que aquel ascenso era para llegar a un rincón feliz. ¡qué ironía de pensamientos!
Tras subir, uno casi se daba de bruces con una puerta de un color verde azulado que se quedaba trancada nada mas meter la llave, parecía que tras de si guardara un secreto con tal celo que abrirse fuera sacrilegio.

Sin embargo, y como siempre, cedía quejandose con un siseo.
Dejamos las bolsas, y ella corrío a prender la calefacción, sin saber que sólo con que me mirase el calor ya prendía en mi.

Se acercó y me besó, cogiendome de la mano, destripó las bolsas sobre la mesa. He de contarte que aquella casita era pequeña...

- ¿Cómo mi caja de cerillas ?   - le interrumpí sin querer.
- Más grande, era alargada con unos balcones, y una cocina a la que ahora llamáis cocina americana, pero bueno déjame seguir.
Te decía que había vaciado las bolsas sobre la mesa  y del armario saco una caja alargada, sonreía como un niño mientras yo la miraba perplejo. "¿Me ayudas?" me preguntó, mientras de la caja sacaba un árbol de navidad.
Dispuso sobre la mesa las bolas, el espumillón, unas luces,  y unos angelitos.
Sonreía mientas desplegaba las ramas, yo por aquel entonces ya había dejado de sentir "la navidad", demasiadas ausencias, demasiados desengaños, demasiados "este año será distinto".
Ella canturreaba unos villancicos mientras decoraba el árbol, unas bolas aquí, unos angelitos allá. "¿te gusta, está quedando bien?" me preguntaba, y yo, la verdad, no me fijaba en como colgaban aquellas bolas, o como los angelitos quedaban suspendidos de las ramas, la miraba a ella, a ese momento en el que la navidad estaba allí, simplemente en colocar los adornos.
Cuando hubo terminado se giró el árbol era casi tan alto como ella, extendió su mano sobre el y lo coronó con una estrella, "anda hazme una foto" - me dijo - "es mi primer árbol en mi casa". Yo tomé una cámara destartalada y vieja de esas que ahora te reirias de ella, y mientras ella sonreía disparé.
Posiblemente sea la única foto donde he logrado tener el sentido de la navidad, aquel momento me devolvió ese hormigueo que se siente cuando eres niño y sabes que llegarán los reyes, que cantarás villancicos, que las sillas de la mesa en la cena de nochebuena están todas ocupadas, y nunca pensarás que se irán vaciando con el paso de los años.

Yo tuve que contener mis lágrimas, mis navidades se habian vuelto opacas, demasiados vacíos como para sentir aquello que aquel viejo me estaba contado.

- Lo sé - me repitió - el tiempo mata muchas veces ese sentimiento, esa sensación, ahora parece que vosotros sólo pensais en que pase,  como a mi me pasaba hasta que ella desplegó aquel árbol y supe que en cualquier momento con  cualquier pequeño detalle uno puede  volver a encontrar la navidad.

Le abracé mientras mis lágrimas libres ya de cualquier sujección rodaban por mi cara.
- Feliz Navidad - le dije
- Feliz Navidad - me contesto con aquella voz.

Me giré para secarme las lágrimas, y cuando me volví hacia él, ya no estaba.
Pensé en su cuento, en la cena que tendría que hacer y todos esos asientos vacios, en como uno recrea lo que debería ser una Nochebuena y lo que al final acaba siendo.

Al llegar a casa encendí las luces de mi arbolito y me le quedé mirando, recordando su historia.


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