domingo, noviembre 29, 2015

Cómo olvidarme

Entré en aquel viejo bar de madera y baldosas añejas cargadas de huellas a caminos sin nombre.
Abracé la última mesa, en un rincón escondido. 
El aire cargado de alcohol, vestí la mesa con mi block y un lápiz.
Jugué con unos versos de Borges mientras sus letras se deslizaban por algún rincón de mi mente.

Ella se acercó sigilosa,  "te cambio tus pensamientos por una cerveza"  me dijo, con un baile de carmín en sus labios.
"Lo que pienso no vale ni un real" le dije.
Acercó su mano a mi block e inclinándose hacía mi susurró "con una buena propina podría contarte historias que nunca te atreverías a escribir"
"Qué tal si con la propina te invito a tomar un café", ella me sonrió y dejó caer  "mejor un cubata lo más lejos de este café"

Salimos cuando el reloj daba la una y las calles mojadas dibujaban  siluetas de  tejados de aquella ciudad.
Abracé su cintura bajo el son de sus tacones mientras me fumigaba con su perfume.

"Ten cuidado escritor, hay noches que sólo se escriben con renglones torcidos"
"Y otras sólo se quedan en  páginas en blanco"  llegué a contestarle antes de que me ahogara con un beso de sabor a mandarina.

Cómo olvidarme de ella, cómo olvidarme de aquel acento sureño.

Tras un numero primo de copas, jugó conmigo al escondite bajo sus sábanas, y al amanecer aún le preguntaba su nombre.

Cómo olvidarme de ella, si pude escribir con mis dedos en sus curvas.
Cómo olvidarme de ella.

Me fuí cuando el sol entraba por su ventana, ella me miró sin preguntarme "¿porqué?" y yo sólo supe decirle en mi mente "por nada".

Pasé por su bar incontadas veces, más nunca me atreví a entrar, mejor recordar aquella noche antes de que me dejara como recordatorio otra herida en mi vida.

La ultima vez que la vi caminaba por aquella calle de la cintura de un hombre y de la mano una niña.
Juraria que al cruzarnos la oí decir "te cambio tus pensamientos por una cerveza"

Cómo olvidarme de las historias que nunca me llegó a contar, cómo olvidarme de ella.
Cómo olvidarme de ella,  cómo olvidarme de su acento sureño.

viernes, noviembre 27, 2015

Responsabilidad

Madrid se despierta  con un aire frío, como si el invierno quisiera robarle su tiempo al otoño, "aquí estoy no se te olvide" parece decir.
Recorro el retiro pintado con ocres, naranjas y pardos, me gusta perderme por sus rincones solitarios, momentos en que desconecto la musica y sólo escucho el silencio del parque.

Hay bancos de piedra y de madera, que inevitablemente me llevan a la imagen de alguien echando comida a los pájaros y a las palomas,  personas no tan viejas como para dejar correr su tiempo allí, no tan jóvenes para que alguien se acuerde de ellas, y en el fondo siento que soy una de ellas.

Giro un recodo y sobre uno de esos bancos veo una figura familar, a mi mente vuelve sin tener conexión, un baile imaginario cerca del estanque en una mañana con alguien que me concedió un deseo, casi un último deseo.

Me acerco, y es él. Me mira, le miro.
No hay sorpresa en sus ojos, una vez más sabe donde encontrarme.

- Ya no te encuentro por las calles del centro, ni por la puerta del sol.
- Lo echo de menos, pero la vida me lleva por otros caminos, estos envueltos en árboles. - le  respondo - no por ello menos hermosos que mis calles.
- Lo sé, por eso he venido aquí.
- ¿Sabes? Te echaba de menos.
- Yo también, aunque no debería decirlo.

Sin pedirle permiso me siento a su lado, y siento que me embarga una sensación de tranquilidad, como si de alguna manera estuviera de vuelta en mi cajita de cerillas.

- ¿Cómo estas?  - me pregunta.
- Lo sabes, pero gracias por preguntar...
- Tengo un cuento para ti
- Me encantará escucharlo...

Y empieza, mirándome con sus ojos negros profundos.

- "Hace ya muchos muchos años, cuando yo era un joven al que la vida corría por las venas con esa ilusión por comerte el mundo, en esta tierra estalló una guerra, no voy a entrar en  que zona estaba nuestro pueblo, ni en que bando luchamos unos y otros, ha pasado tanto tiempo que creo que hay que cerrar esa página, y en vez de dividir siempre es mejor unir.
Pero dejémosnos de divagaciones,  las locuras de joven... llegaron al pueblo y empezarón a reclutar,  tenía un primo dos años más pequeño que yo, eramos como hermanos, en el fondo yo sabía que me admiraba y me dejaba llevar,  ya sabes, te sientes admirado, querido... pero nunca supe  hasta donde podía llegar esa "admiración".

Me reclutaron para el frente a pesar de mi juventud. Nunca había empuñado un arma, nunca pensé que podría matar a otra persona, una persona que podría ser mi vecino, que hablaba mi mismo idioma y que la unica diferencia era que pensaba diferente.
Nos metieron en camiones y cruzamos bosques quemados,  de vez en cuando adelantabamos a una fila de lo que antes eran hombres.
La primera noche en la trinchera fue tranquila,  a lo lejos se oían las explosiones de morteros y se iluminaba el cielo como si desde algun lugar lejano lanzaran cohete artificiales.

Avanzaban hacia nuestra posición, alguien al que algún uniforme con más galones que él le dió el poder de decidir sobre la vida y la muerte, nos arengó para no movernos de alli, pasase lo que pasase, y en el caso de que a alguien se le ocurriese darse la vuelta  se encontraría con su pistola. Yo casi me echo a reir,  esa risa loca,  "si no nos matan ellos, nos mataras tú" quise decirle, pero me callé.

Era mediodia cuando oí gritar mi nombre, era mi primo, el loco de él al saber que me habían reclutado se apuntó voluntario, si su primo lo hacíaa el también y alli estaba con sus pantalones cortos  y  una sonrisa.

Era media tarde, cuando una bala corto el aire, atravesó el campo y se alojó, como un invitado al que no esperas, en el pecho de mi primo arrancándole la vida.
Era media tarde cuando él murio, y yo con él. 

Me culpé de no haberle parado, de no haberle dicho en todo aquel tiempo que yo sólo era su primo nadie al que admirar o seguir, nadie a quien tomar como modelo.. simplemente era nadie.

La guerra acabó a los dos meses, yo tardé en volver al pueblo tres años.

¿Cómo iba a ver los ojos de su madre? ¿Cómo iba a decirle que había muerto por mi culpa? por seguirme, simplemente por que yo era su primo... ¡¡su primo!!

A los tres años volví, a los tres años junté el valor y llamé a su puerta, a los tres años el mundo seguía hundido bajo mis pies.

Me abrió , y se quedó unos instantes mirándome, alzó sus brazos y yo me hundí en ellos. "no  fue tu culpa, no fue tu culpa..." me repetía, él te quería, quería ser como tú, pero tú no le mataste, fue esa horrible guerra, esa guerra...

Me senté en aquel salón donde él y yo habíamos jugado tantas veces, y ella me habló de la responsabilidad.
"No eres responsable de lo que pasó", me dijo, "él decidió, quizas tuvimos todos la culpa, pero él tomó su propia decisión, y nadie se puede hacer responsable de las decisiones de los otros, aunque estén equivocados. Has tardado tres años en darte cuenta de esto, y espero que mis palabras te ahorren tanta tristeza, nadie es responsable de nadie,  nadie puede erigirse como culpable de los actos de los demás por mucho que quieras, por mucho que ames a esa persona. Tú no eres culpable"

Hablamos durante horas de aquellos días felices, hablamos de los tres años que estuve perdido, hablamos y hablamos y de alguna manera sus palabras cosieron mi corazon. Entendí que cuando uno toma sus decisiones, su camino, quizás solo puedas aconsejar, apoyar y hasta a veces dejarle que lo recorra, pero nunca adueñarte de su decisión haciéndote responsable de ello"


- Esta es mi historia - me dijo -  Creo que aún te sientes culpable de muchas cosas en tu vida, y de alguna de ellas te sientes responsable por decisiones que tomaron otros. Déjalas ir.

Le abracé, como lo hubiera hecho si hubiera sido mi padre, tragué mis lágrimas, mientras las hojas de otoño revoloteaban en el suelo.

- ¿Volveré a verte?
- Si , no te puedo decir cuando ni donde pero sí. - me contestó.
- He de marcharme, gracias una vez más.
- Nos veremos.

Cuando me giré a mitad de camino, el banco estaba vacío.

sábado, noviembre 07, 2015

Cuento por telefono 6 - El robo

Suena el teléfono.

- Hola, quiero hablar contigo, necesito hablar contigo, ¿te importa?
- No, para nada sabes que estoy aqui siempre, cuentame...
- He salido por Madrid, como me dijiste, me puse mis cascos, y salí, bajo un cielo azul, bajo una tarde que se pintaba de Mayo en Noviembre, en las calles de Madrid, las mismas calles que crepitaban de gente, como ávidas por capturar un rayo de sol, y cuanta más gente había, más sola me sentía. Hace tiempo que empiezo a odiar los sábados por que me recuerdan cada vez más lo sola que estoy.
Uff vaya rollo te he soltado...
- No, no es ningún rollo, es lo que sientes, es como te sientes, ¿quieres  oir un cuento?
- Si claro.. quiero
- " Dormia. Sabiendo que en esos momentos estaba en un  mundo donde todo era diferente, un mundo que no era su mundo porque al final nunca pertenecía a el.
Oyó un crujido, No un crujido de un cristal que se rompe, pero si de algo que se había roto, que se había perdido. Se levantó, miró alrededor, pero no faltaba nada, en su pequeña caja de cerillas todo permacía en su sitio, tal y como estaba antes de dormir, pero él sabia que algo habia desaparecido, que alguien había entrado y se lo había llevado, sin embargo no sabía el qué.
Unos días más tarde se puso a escribir  y cuando quiso dibujar dos palabras en aquel block le fué imposible, volvió a intentarlo y a pesar de que el bolígrafo trazaba el dibujo de aquellas dos palabras, estas no aparecían escritas. Abrio la boca y cuando intentó pronunciarlas solo oyó el aire que salia de su boca.
 Fue cuando supo lo que le habían robado.
Volcó sus cajones, miró debajo de la cama, entre las sábanas, sacó las viejas cartas y cuando creía que lo iba a encontrar solo encontraba un espacio en blanco.
Salió a la calle e intentó encontrarlas entre los asientos de un autobus de color verde que volvía a la ciudad en amaneceres fríos pensando que quizas se hubieran quedado en un hombro donde apoyaba la cabeza en aquellos viajes que nunca debian acabar.
Se sentó en unas sillas metálicas de aquel cine de verano por si aparecían... sin saber que aquel verano ya había pasado.
Fue a una plaza, y espero en un banco a que aparecieran en en unas trenzas que le buscaban a él mientras leía un libro a la hora de comer.
Las buscó flotando entre canales de una ciudad hermosa en un invierno de frio, bajo aquellas luces rojas de escaparates prohibidos. entre setas y risas interminables.
Las buscó en una playa desierta ya de sus ocupantes de verano, en paseos descalzos en caminatas que se antojaban sin fin pero que siempre acababan antes de que quisiera, y por mas que buscaba en la arena mas se enterraban.
En una estación de tren a que cayeran al anden.
Intentó encontrarlas en un dia entre semana, siempre el mismo, siempre con la misma magia, siempre esperando que ayer fuera hoy y que mañana fuera hoy,  con la certeza de encontrarlas en la almohada.

Y cada vez como la canción se echaba a caminar, porque "es mejor caminar que parar y echarse a temblar".

Hasta que una noche, con el cuerpo cansado de tanto caminar, se fue a la ducha,  aquella ducha de agua calente, casi hirviendo que llenaba de niebla su pequeño cuarto de baño,  y cuando salíó e intento ver su reflejo en un espejo lleno del vaho  pudo ver que se dibujaba lo que tanto había buscado.

 Alli estaba, goteando, como si de lagrimas se tratase escrito, "Te quiero".

Y puso el dedo en el espejo y escribo no uno sino cientos de te quieros mientras los susurraba uno tras otro, uno tras otro."

Quizás debas escribir en tu espejo un"te quiero", quizás cuando te quieras podras decir te quiero.

- Es...
- Es un cuento, simplemente un cuento, no dejes de caminar, pero cuando lo hagas, hazlo para encontrar el camino que te está esperando,  por que hay muchos que caminan sin saber que lo que haces es huir.
- Gracias.. siempre acabas por sorprenderme
- No, eres tú quien debes sorprenderte de la capacidad que tienes para sorprenderte, yo sólo soy un cuenta cuentos por teléfono.
- Adios mi cuenta cuentos.
- Adios,  hasta la próxima.