jueves, agosto 13, 2015

Un viaje

Aquel verano no era ni de lejos lo que él habia supuesto, y mucho menos soñado.
Aquel verano con sus olas de calor se había convertido en un infierno.
Un infierno dificil de olvidar.

Renqueante por una herida en su pie, entró en el café,  con su mirada buscó una mesa libre alejada, como si en el fondo quisera esconderse y pasar desapercibido.
El café un viejo bar remodelado , había conservado ese aire antiguo y añejo de los cafés que se estilaban en los tiempo que las letras eran importantes, ahora los mails, los chats y el whatsapp habían asesinado al bolígrafo y al papel.

Se sentó y pidió un café con hielo, se quitó su mochila, aquella que parecia un anexo a su espalda, recogió los cascos, otro anexo más de su cuerpo del que a duras penas se deshacia cuando salía, porque la música era su eterna acompañante.

Miró a su alrededor, el café estaba casi lleno, el aire acondicionado invitaba a entrar en vez de quedarse en la terraza de verano que aparecia desnuda tras la gran cristalera de la entrada.
Algún lector de periódico apuraba su café, no muy lejos de su mesa se podía ver la luz reflejada de un portátil encendido, una novedad más en aquel café, el wifi gratuito.  Algunas parejas copaban el resto de las mesas, en ellas el fijó su mirada, si alguien le hubiera visto podría haber dicho que era una mirada cargada de añoranza, de nostalgia, incluso en un giro linguistico decorativo podría decirse que su mirada estaba vestida de envidia.

Sacó su cuaderno, un boligrafo cuya capucha aún conservaba las marcas de sus dientes. Esperó a que le trajeran el café, dió las gracias, y antes de ponerse a escribir volvió a mirar a su alrededor.

" Me gustaría escribir una historia de humor, donde no hayan carcajadas pero si una sonrisa que no se despega de los labios,  una historia de esas que no quieres que se acabe que sonries sin saber por que, y que cuando acaba  aún permanece en el aire  esa sensación, la dulce sensación de una sonrisa.
O por el contrario me gustaría escribir una historia de pasión y lujuria, de sexo y desenfreno, donde no hay espacio para pensar solo para sentir, como si se abriera un paréntesis en la vida donde se puede permitir de todo y las fantasias se convierten en realidad... hasta que ese paréntesis se cierra.

Sin embargo cuando inento hacerlo el papel se vuelve negro y el bolígrafo se niega a escribir. Ellos saben que acabo de volver de un viaje,  un viaje que hago de vez en cuando, no muy a menudo, pero que siempre está presente esperándome, no hace falta maletas, no hace falta avión, ni coche, solo basta con hacerse con un poco de valor y emprender el camino. Quizás no todos podamos hacer ese viaje,  no lo sé, pero no lo creo.

El viaje, un viaje a  un edificio pequeño en un rincón de algún lugar que llamamos corazón. Es un rincon pequeño,  con unas pocas, muy pocas habitaciones, pero todas ellas amplias, llenas de luz. Cuando llego las puertas siempre estan cerradas, a veces solo acaricio la madera de esas puertas y siento en mis dedos, en la palma de mi mano, todo el tiempo que pasamos juntos, puedo sentir aún las caricias y rozar las palabras que detrás de esa puerta aún flotan si sabes abrir el arcón donde están guardadas. Por que detras de esas puertas están las personas que una vez habitaron en mi corazón, no son muchas, al reves  alguien podría decir que ¡¡ son tan pocas !! y sin embargo no habria excavadora en el mundo que pudiera derribar este rincón.
A veces no soy capaz de abrir la puerta, por que sé que nunca cierro bien el arcón donde guardo los recuerdos, las letras las voces las caricias las imágenes que con el tiempo se van haciendo cada vez mas borrosas pero  que extrañamente ganan en intensidad al sentirlas.
Cuando, por fin, me atrevo a abrir la puerta, hay una estancia amplia y blanca, de grandes cristaleras que dan a la playa, una playa que está siempre vacía, pero a la que suelo bajar con algunas cajitas de cristal, me gusta hacerlo a la luz de la luna cuando está llena y se refleja en las aguas. pongo las cajitas en línea y voy abriendo una a una, no todas son iguales y en cada habitación son diferentes.
Me gusta abrir las cajitas que me llevan a rincones, a lugares conocidos,  a mis paseos por Madrid  a calles recorridas de la mano, con miradas y sonrisas, a mesas de mármol con un cafe caliente en frias mañanas, a horizontes de edificios que se ven en la lejania cuando aun el sol perezoso lucha por levantarse.
Me gusta las cajitas de las que salta un fantasma que baila delante del espejo de mi cama, que deshace la escarcha del lado de mi cama que permanece siempre vacio, a la espera.
Me encanta cuando el fantasma me sonrie aún y puedo ver sus ojos, y  yo me convierto en otro fantasma que pone manteles blancos y enciende velas, y busca entre sus cd's  a veces a maxwell otras a Teddy Pendergrass otras  a  Bruce Springsteen.
De juegos en un puff de color rojo,
Me gusta cuando de la cajita sale una proyección que se dibuja en la arena y puedo verte durmiendo a mi lado mientras yo despierto te observo.

Y abro otra cajita y salen olores a incienso a tu perfume a ciudades lejanas tan lejanas que me parecen solo un sueño que una vez ¿viví o simplemente soñé?.
Hay cajitas con olor a mar, a paseos por la playa,  a maletas que suben una escalera que lleva a un tiempo que vuela, vuela y ya no regresa.

Pero todo tiene un precio, poder abrir las cajitas tiene su precio, por que para volver a cerrarlas o al menos a dejarlas entre abiertas se necesita dejar un trocito de corazón, se necesita dejar unas lágrimas.

Cuando vuelvo a cerrar la puerta y sigo mi viaje, siempre llego  a dos habitaciones que nunca se terminaron,  que empezaron a construirse  y quedaron inacabadas. Me da miedo entrar en ellas, un miedo que se aferra al cuello que te agarra las entrañas hasta axfisiarte, ese mismo miedo que impidió terminar la habitación, ese que te sella la boca con costuras, y  que te grapa los ojos para que no veas,  el mismo que para regocijarse en tu dolor te  susurra una y otra vez, una y otra vez, " y si... y si  hubieras tenido el valor, y si no te hubieras lanzado... y si...". ese susurro se convierte en eco, un eco que aún cuando termina mi viaje sigue conmigo.

Siempre antes de volver de mi viaje, me siento fuera  a ver ese rincón, y siento como cada espacio me amó, me quiso, unos más otros menos,  y me preguntó si yo supe amarles de la misma manera, si supe devolver aunque fuera en una milesima de parte todo lo que me dieron, y siempre me llega la misma respuesta "no",  no supe amar de la misma manera, no supe darme de la misma manera, no supe deshacerme de esa coraza que es el miedo y que lo unico que ha conseguido es que todo esté ahora en cajitas de cristal, guardado en un rincón de mi corazón, un corazón que ya esta viejo y demasiado roto."

Suelta el bolígrafo, los hielos se han diluido y el café solo es un agua marrón, tras los cristales de las gafas un lago amenza con desbordarse, bajo su pecho aquel rincon le zarandea como si fuera un muñeco de trapo, solo y simplemente un mucho de trapo.

Si pudiera escribir una historia de humor, o simplemente una historia de pasión y lujuria  que haga olvidar todo.

Olvidar todo.

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