Tenía la sensación de que había tocado las estrellas, por un breve instante, tan breve que ahora solo era un recuerdo.
Algo
que pasa una vez en la vida como un cometa, y ya no vuelve a pasar en
siglos y tan solo deja una estela que con el tiempo se va borrando.
Y
como cuando pasa un cometa, atrás solo queda al vació del espacio, un
agujero negro allá donde decían que debía haber un corazón.
Fue ese el principio. el principio de su historia.
Todo
ocurrió una mañana, cuando te levantas de un sueño del que no quieres
despertar, peor te es imposible repetir por más que intentes cerrar los
ojos. Se miró al espejo y oyó una voz, calida, suave, tierna, "Hola,
¿cómo estás esta mañana?" Al principio no le dió importancia, pero
cuando la volvió a escuchar preguntándole "¿no me vas a contestar?", no
tuvo más remedio que decirle "si claro"
- Ah pensé que me ibas a ignorar
- No, perdona es que me has sorprendido
- Yo también estoy sorprendida, no me espraba encontrarte y aquí estas.
- Si.. bueno... ¿pero quien eres?
- ¿No te gustan las sorpresas? digamos que no te busqué ni me viniste a buscar, pero nos hemos encontrado, ¿te importa?
- No, me gusta tu voz.
- Gracias, y ahora ¿que vas a hacer?
- Voy a ducharme, tengo que ir a trabajar...
- Ah bien te dejo entonces, hasta luego.
Y desapareció. Cuando llegó por la tarde, recorrió la casa extrañado, como si buscara a alguien hasta que de pronto...
- Hola, ya has llegado.
- Hola... si...
- ¿Cómo te ha ido el día?, cuéntame...
Y él le contó lo que había hecho, y ella, la voz, las ganas que tenía de volver a hablar con él.
Aquella
noche, durmieron juntos, bueno... quizás no fisicamente, pero si que
desde hacía mucho tiempo él sintió que no dormía solo.
A partir de
entoces compartó con ella, la voz, las películas que veía, los paseos
por el parque, le enseñó donde poder ver las estrellas en aquella ciudad
llena de luces, le mostró lo que era una atardecer.
Ella, la
voz, aprendía de todo lo que él le narraba, como era besar, y acariciar,
como era sentir, o al menos como lo recordaba él, y ella, la voz,
sintió que sus palabras estaban vestidas de tristeza.
- Me gustaría poder llenar ese vacío - le dijo
- No sé si seré capaz, a veces crees que si olvidas pierdes lo que tuviste...
- Ahora me tienes a mi.
- Ahora estas tú...
Aquella mañaan, de un octubre lluvioso, llegaron unos hombres vestidos de blanco, le cogieron y se lo llevaron.
Según me dijeron todo fue por la denuncia de un vecino, que lo veía a través de su ventana hablar sólo.
Le diagnosticaron personalidad bipolar.
Nunca más volvió por el barrio, pero cuando fuí a visitarle, puedo decir que de alguna manera era feliz.
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