miércoles, septiembre 18, 2013

Maldito país

Recorro el centro de Madrid.
Septiembre ya lleva recorrido la mitad de su carrera hacia una muerte que tiene un dorsal el 30.

Las calles que van de la Puerta del Sol a Callo estan repletas de gente. Gente de todo tipo chavales jovencitos que apuran sus últimos días de
vacaciones. Extranjeros con el dedo suelto en el gatillo de su cámara de fotos.

Me gusta este ambiente, es como si la vida retomara sus fuerzas, olvidándose de la crisis, de la angustia y la desesperación que nos devora a todos lentamente.
Aminoro mi paso, quiero disfrutar del momento,  como si con ello pudiera tambien ralentizar mi vida.

Mi destino es la calle de los libreros, hace años cuando  estudiaba en el instituto y luego en la universidad, era un visitante asiduo. La economía familiar no deba para mucho y había que ahorrar de donde fuera.

Hoy no es muy diferente,  quizás no sea tan perentorio, pero cualquier ahorro es bien recibido.
Cuando giro para tomar la calle, me veo soprendido, la calle está flanqueada a ambos lados por hileras de chavales que despliegan en el suelo y en maletas los librtos del curso ya terminado. Otros lista en mano te preguntan que buscas,  "¿para  primero de bachiller?, ¿para cuarto de la ESO?".-

Eso, eso me digo yo, ¿ahora la ESO?, me he perdido entre los cambios que hacen cada año.
Los chavales sonrien,  es como si aquello fuera una fiesta, muchos de ellos, vestidos con  vaqueros de marca, o las últimas zapatillas deportivas,
piensan en que el dinero irá al último juego de la play, o para una buena fiesta el próximo fin de semana.

No todos, otros lo emplearan para sus estudios, para comprar más material, para la compra de los nuevos libros.
Sin embargo no muy lejos, en una esquina hay un chaval que no participa de esa "fiesta de libros", delante de él tiene una maleta vieja y rota,
donde no hay libros de escuela, sólo unas cuantas novelas envejecidas, y algún que otro libro bien encuadernado.

Una chica, con los ojos pintados, y unos vaqueros rotos, cortados para que sean un short de los que se han puesto de moda, se acerca y le pregunta si tiene libros de segundo de bachillerato. El chico le sonríe, como si con ello quisiera decirle yo tambíen soy como tú, pero con la cabeza niega la petición de la chica, que sin más se gira y se pierde con sus amigas.

Me acerco al chico, que presuroso me dice en un tono tímido como si antes de que yo le dijera nada ya se estuviera excusando, "no tengo libros de escuela, sólo estos que ve, y son baratos, si le interesa alguno puede verlos"

Estoy unos segundos en los que mi mirada va de los libros al chico, del chico a los libros.
Me arrodillo y echo un vistazo, cojo uno al azar, y le pregunto  "cuanto vale", se lo piensa un momento y con los dedos me dice que son tres euros,
saco las monedas del bolsillo y cuando se las voy a dar no puedo evitar preguntarle. " ¿y cómo es que no tienes libros de estudio?". El chico coge los tres euros, baja la mirada y me contesta:

"Hace dos años que mi padre está en paro, es albañil, pero ya no hay obras donde le cojan, hace algún apaño a los vecinos, mi madre de vez en cuando limpia algún piso, alguna escalera, las ayudas que teníamos nos las han quitado, y para que mi hermanita pueda seguir en el cole y comprar el material que necestia vengo yo a vender algunos libros que nos quedaban y otros que me encuentro."

Su respuesta me cae como esas bolas de hierro gigantes que se abaten sobre un edificio para su demolición,  "¿y tú no vas al instituto?", le pregunto avergonzado.

"No, es un lujo que no nos podemos permitir"

Su respuesta sesga cualquier palabra que yo pudiera decir y estas se quedan mudas en mi boca.

Me despido y me alejo de allí, dudé en comprarle todos los libros, pero tampoco quise comprarle el orgullo, porque equivocado o no, quizás él lo entendiera como un acto de compasión, y para alguien que tiene el valor de estar rodeado de gente de su edad, y ver como es de cruel la vida, sólo queda el orgullo.

Se acerca mi hijo con una amiga, "hemos vendido los tres libros, nos hemos sacado ochenta euros, y ya hemos comprado los otros", me dice contento.
"¿cuanto has ganado?", le digo  " a ver...", saca unas monedas y un billete " casi veinte euros", me contesta con uan sonrisa, "no está mal, ahora ,ve a aquel chico, el de la maleta vieja, haz como si te interesasen los libros que tienes, y le compras todos, si te dice que es menos dinero que el que tienes, le das lo que llevas ¿vale?". Me mira extrañado, quizás fuera a surgir una queja, pero esta no llega a su boca.

Le veo charlado con el chaval, al rato vuelve con los libros, mientras el chico recoge la maleta y se va.

- ¿Sabes, papá?
- Dime...
- Resulta que le conocía, fue un compañero de clase hace dos años, le he dado mi móvil para ver si quedamos, hacía un montón de tiempo que no le veia.
- La próxima vez que le veas, invítalo a casa. - le digo.

Me voy con el corazon en la garganta, maldiciendo por dentro, maldiciendo a este país que deja sin inmutarse que sucedan estas cosas.

1 comentario:

Migue dijo...

Buen relato Nico,
refleja una realidad que hoy vivimos.

Ha tenido un final feliz dentro de todo, ayudar a quienes están peor que nosotros, sin esperarlo, nos ayuda para bien.

Un abrazo,
PD: pasa por mi rincón cuando gustes.