viernes, septiembre 13, 2013

85 años



Miro a mi alrededor, cae una tarde de principios de Septiembre, en el pequeño jardín que hemos encontrado se ha desplegado una mesa alargada, que han vestido con manteles de papel, platos, vasos, varias botellas de vino, y unas cuantas viandas.
Es mi cumpleaños. Nací el siglo pasado, corría el año 1.928.
Si echáis cuentas, aquellos que se le den bien las matemáticas cumplo 85 años, me siento bien, aunque y aún nadie lo sabe estoy perdiendo la memoria,  dicen que puede ser un principio de Alzheimer, no me acuerdo de cosas que han sucedido hace  cinco,  diez , unas horas, sin embargo aún recuerdo cosas que se habían perdido en rincones de mi memoria.
Está mi familia, aunque hay un asiento vacío, hace siete años que decidió partir,  os puedo decir en secreto que la envidio porque yo quería haberme ido antes que ella, es tan difícil soportar la vida con su ausencia. Y no puedo decir que fuera el marido perfecto, tuvimos nuestros altibajos,  incluso estuvimos a punto de separarnos pero la vida nos juntaba porque en el fondo no sabíamos vivir el uno sin el  otro.
En la mesa se encuentran mis hijos, tuvimos dos hijas y tres hijos, una con su marido, los otros con sus esposas, la otra sola , divorciada. Mis nietos tienen edades muy diversas ya algunos bien creciditos,  con sus novios y novias que también han venido, y otros más pequeños aún.
Uno de ellos corre dando vueltas a la mesa, con un avión en la mano, lo mueve de arriba abajo y  y hace un ruido con la boca “brummmm ummmm urggggg”
Cierro los ojos,  y corro el sonido de los motores de los aviones se acercan mi madre corre con mi hermanita en brazos, y de la otra mano tira de mí. Delante de nosotros hay gente que grita y corre, el refugio no está lejos pero la distancia parece interminable.
Miro hacia el cielo, veo unas sombras negras que me recuerdan a cuervos  y que sueltan una especie de huevos que silban mientras caen…
Estamos dentro del refugio hay gente mayor que llora, niños que se esconden debajo de las faldas de su madre y de su abuela. El suelo tiembla y la luz destella da un suspiro y se apaga. Vuelven los gritos y yo me aferro a la cintura de mi madre, “no quiero tener miedo”, no quiero tener miedo” pero las explosiones se hacen más fuertes, el suelo tiembla de nuevo hasta que  llega un silencio que apaga los gritos y los lloros.
Cuando salimos la calle está llena de cascotes,  mi madre me tapa los ojos, pero no con la suficiente rapidez  como para evitar que vea dos cuerpos desgajados, restos allí y acá, cosas que un niño debería ver, ni un niño ni ningún ser humano.
Por la noche llega mi hermano mayor, por ahora ha podido evadirse de que lo alisten, trae dos mendrugos de pan, lo único que ha podido  conseguir, mi madre nos da una sopa que es más agua con sabor que sopa, partimos el pan guardando el otro para mañana, me suenan las tripas, ya no recuerdo cuando fue la última vez que comí caliente.

Oigo un estallido y abro los ojos asustado, han descorchado una botella de vino, se sirven las copas, sobre la mesa hay comida en abundancia los niños se llenan las manos,  algunas lonchas de jamón caen al suelo, sin importar que se echen a perder,  hace años habrían matado por coger esa loncha.
Los veo a todos sentados y me siento feliz, si ellos supieran lo que nos costó sacarlos adelante,  nunca sabrán lo que es sentir hambre  y ver llorar a tus padres porque no pueden darte nada a la boca, que lleguen los reyes Magos y solo ofrezcas unas telas atadas a las que dar unas patadas, salir a buscar trabajo y volver con las manos vacías cuando en casa esperan unas monedas para seguir adelante.
Quiero borrar esos recuerdos, ya hace muchos años de eso, gracias a Dios, un trabajo y mucho esfuerzo, salimos adelante, pagamos como pudimos los estudios y tuvimos suerte porque los chicos fueron buenos. Luego la vida se encarga muchas veces de darte más o menos suerte, pero los veo felices a pesar que son días difíciles, que el trabajo escasea, que para mi pequeña, que ya no lo es tanto,  la vida le da el esquinazo, porque aunque ellos no lo crean yo sé de cada uno, son mis pequeños y me duele cada cosa que les pasa, como me alegro por cada pequeño triunfo  que tienen.
Tengo que sentarme me siento cansado, es lo que tiene cumplir años, a veces  me asusta pensar que el día se acerca que ya no los volveré a ver, ni veré crecer a mis nietos pero es ley de vida,  yo ya he vivido la mía, y creo que al menos he intentado hacerlo lo mejor posible. Y cuando les veo aquí a todos reunidos, disfrutando unos de otros,  creo que he triunfado, que algo bueno he hecho, y lo que más me duele es que ella no lo vea, pronto estaré a su lado, pronto podré contárselo.
Alguien canta “cumpleaños feliz” yo levanto la copa, no sé el motivo, no recuerdo porque lo hago, incluso a veces no sé quiénes son los que me rodean, pero ahora sé  quiénes son ellos, mi familia, mis hijos , mis nietos y que la vida merece ser vivida.

1 comentario:

Migue dijo...

Los que vivieron las guerras soñaban con la paz.En realidad sin haberla vivido a nadie le gusta que pase aquí o allá.El mal de alzheimer es desolador,para el que está en sus comienzos como para su familia.Mi madre lo padeció seis meses antes de partir...y lloré como un niño,como nunca había llorado por esa viejita amorosa que me trajo al mundo.

Un abrazo Nico, espero estés bien amigo!