Bajo las calles empinadas de este pueblo olvidado en algún lugar perdido de la costa.
Me acerco al puerto, no al pequeño del pueblo donde los barcos de los pesqueros duermen el alba después de una noche de trabajo.
El
puerto al que llego es grade, me siento en uno de sus espigones, y veo
alli un barco qeu se acerca a uno de esos transatlánticos que permanece
parado
sin saber que espera, y ese pequeño barco llega engancha a la
majestuosa e imponente nave y lo arrastra hasta un lugar seguro,
tranquilo donde atraca y descansa.
El pequeño barco vuelve ,
nadie le agradece el esfuerzo, y yo en el fondo pienso cuantas veces
habrá soñado en convertirse en ese gran transatlántico, lleno de gente
algarabia, fiesta, ilusiones y sueños.
Sin
embargo surca las aguas del puerto hasta llegar a un pequeño lugar
donde para, hasta que le vuelven a llamar, el horizonte es roto por la
silueta de otro monstruo.
Oigo su viejo motor, cansado que arranca,
se despereza del letargo y despacio va a su encuentro, alli le espera a
veces parece que se riera de que una cosa tan pequeña
pudiera
equipararse a algo tan pequeño, como si entre ellos hubiera una
distancia insondable que nunca pudiera acortarse. Sin embargo la pequeña
barcaza lo engancha
y lo lleva con sumo cuidado, con todo el cariño
que puede tener hasta su lugar protegido, donde lo deposita, donde se
queda, donde no reparara que está allí por que un barquito chiquito
lo ha hecho posible.
Y
cae la tade, las lueces corren a refugiarse a otro lugar, el puerto cae
en un letargo que despertará con las primeras luces del alba.
Y en
una pequeña esquina un pequeño barquito tiene un pequeños sueño, sueña
con que un día será él al que alcancen, al que arrastren a aquella parte
del puerto con la que sueña.
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