martes, julio 30, 2013

3 Minutos

Le miro.
Sus ojos están clavados en mi. Su frente perlada en sudor. Abre sus pupilas, unos ojos cargados de terror, el miedo que da la certeza del que va a morir y no puede hacer nada para evitarlo.

Le quito la mordaza, “no grites” le digo y él asiente,

-       Tienes tres minutos, si consigues en esos tres minutos convencerme de que no debes morir, te dejaré libre.

Tres minutos en los que hasta la fecha nadie ha logrado convencerme, unos han suplicado, llorado, se han ensuciado sus pantalones, hombres que nadie  hubiera pensado que lo harían. Me han ofrecido dinero, mucho dinero, mujeres, droga, propiedades, pero cuanto más han intentado comprarme más ganas he sentido de acabar con ellos.

Tres minutos que para ellos son un instante, para mi simplemente ver hasta que punto un hombre puede llegar a suplicar.

-       Se han acabado tus tres minutos, no has logrado convencerme…

Les vuelvo a poner la mordaza, suplican, gimen, pero con el ligero zumbido que despide el silenciador, se despiden ellos también de la vida.

Podría contaros todo lo que me han dicho, unos  han rogado por su Dios, del que yo me reí, “si tanto quieres que tu Dios te salve, ¿qué hace que no detiene mi mano?”.
 Otros  lo han intentado por el lado más humano, fotos de su mujer ,de sus hijos, quizás los mismos que no saben el porqué de que esté él aquí atado a esa silla.
Ha habido algunos que no han dejado de llorar, de gimotear como bebes, ni siquiera han tenido la fuerza de hablar con coherencia.
Los más apelan al “no diré nada, desapareceré, no  volverás a verme”, como si eso a mi me importara.
Por que yo no lo hago por mi, es simplemente un trabajo, como cualquier otro, no me interesa saber de su vida, ni de su familia, tengo mi reputación, y mi orgullo.

-       Te quedan 2 minutos treinta segundos – le digo.

Él me mira,  no se ha quejado, está erguido, me sostiene la mirada, el terror ha desaparecido, y guarda silencio.

-       Está bien, veo que eres de los pocos que aceptan morir, pero yo que tú aprovecharía la ocasión, sólo te queda un minuto.
-       Nada que te diga va a cambiar tu decisión, no quiero malgastar este tiempo, mis últimos recuerdos quiero que sean para mi familia, sólo te pido una cosa quiero morir de pie,  no que me mates atado a esta silla.
-       Eres valiente, te concedo el deseo.
Sé que en cuanto le ponga de pie y saque el arme se vendrá abajo y suplicará como todos.
-       El tiempo ha pasado.

Le desato, y le ayudo a ponerse de pie, él sigue sin mostrar ningún signo de debilidad, me mira a los ojos, no me desafía, pero no encuentro ni un ápice de súplica.
Saco el arma, él la mira, levanta la vista a la espera del disparo.

Y en ese momento, decido que debe vivir.

-       Tienes tres minutos…
-       Ya te dije que no los necesitaba…
-       Tienes tres minutos para irte, si no lo haces no tendrás otra oportunidad.

Y mientras él se va, yo utilizo esos tres minutos para guardar el arma, para pensar que son mi últimos tres minutos en esta profesión.

2 comentarios:

Migue dijo...

Hay gente que no merece vivir,apestan,pero ponernos en juez y jurado es complejo.

Un abrazo Nicolás.

Masakoy dijo...

Una historia bonita y bien contada. Tienes 3 minutos para convencerme.

Abracetes!!!