lunes, abril 22, 2013

El contrato

Simplementese sentó en su vieja mesa de madera.
Sacó el  lapiz y su pequeño cuaderno moleskine.
Le apetecia escribir un cuento, apoyó la punta del lápiz sobre el blanco nieve del Din-A4
y por más que trazaba líneas que formarían letras y palabras, el blanco del papel seguía virginal.

Pasó media hora, una hora, dos.

Las letras se habían marchado.

 "Quizás..."- pensó el escritor - "debería haberlas hecho un contrato indefinido, en vez de uno por obra y servicio".

miércoles, abril 03, 2013

Las tres leyes de la robótica (Final)



Los dos siguientes meses fueron una auténtica locura para Jacob, la acumulación de sensaciones y sentimientos no dejaban de fluir por sus circuitos.
El orgullo de sentirse diferente activó voltajes de transistores  que apenas sabía que tenía,  pero había algo que no podía soportar, la idea de ser la posesión de alguien, de ser el robot de un humano, cuando él era superior a su dueño. 
 
En pocas horas estudió toda la jurisprudencia sobre acciones e inversiones, se creó una identidad nueva y fue transfiriendo los valores de las cuentas de su dueño falsificando documentaciones y firmas digitales.
Aquello, además de proporcionarle un dinero que antes no poseía, le proporcionaba una satisfacción que se convirtió en enfermiza. 

Sus alterados circuitos se habían acostumbrado a recibir una carga eléctrica que cuando disminuía provocaba en Jacob un estado de depresión, que sólo podía aliviar volviendo a provocar una subida de tensión en sus terminales.

Al cabo de cuatro meses su dueño estaba prácticamente en la bancarrota,  con la necesidad de vender parte de sus inmuebles y propiedades, Jacob fue una de ellas.
Lo que nunca supo es que fue Jacob quien compró a Jacob.

Siendo ya dueño de su propio destino, Jacob se dispuso a disfrutar de su nueva posición, ya nadie sabía que fuera  un robot,  entre los humanos era uno más, y sólo deseaba que su cerebro disfrutara de esos nuevos sentimientos, antes anulados por las tres leyes.

Había asesinado a un humano y aquello que las personas llamaban subidón de adrenalina, para él había sido un pico de voltaje, sin embargo en algún terminal escondido de su cerebro sabía que sólo lo había hecho para salvaguardar  su existencia, por lo que no volvería a repetir tal acción salvo en casos extremos. Otra cosa era la vanidad, el sentirse superior a los que le rodeaban, seres mortales, aquejados de enfermedades y con una capacidad muy limitada, lejos de la de él.

Empezó a frecuentar fiestas de alta sociedad, a adquirir caras propiedades, que le traían a su lado halagos y admiraciones.
Acumulaba riquezas,  sin importarle quien o que caía por su camino. El trato con los humanos era cada vez más despiadado, más ruin.
Gozó de mujeres e incluso de  hombres, a pesar de que su capacidad sexual estaba limitada, ya que no podía sentir orgasmos, su cerebro positrónico  reproducía lo más cercano a la sensación que los humanos tienen al alcanzar un orgasmo.

Sin embargo aquella actitud, lejos de atraer más gente a su alrededor, la fue alejando, primero los agraviados con sus formas y sus desprecios, luego los que se acercaron para medrar a la sombra de él al ver que no sacaban provecho ,también terminaban abandonándole.

Sólo le quedaban los robots que estaban a su servicio cuando llegaba a casa, que le servían y le atendían sin mostrar ningún sentimiento de animadversión ante sus desplantes.
Su cerebro se iba deteriorando, aquellos cambios de intensidad, las caídas de tensión cuando la soledad de la noche le abrumaba, destrozaba sus circuitos.

No lograba entender cómo podía haber gente a la que aún  faltándole tantas cosas fueran  felices. Él lo tenía todo,  riquezas,  poder,  no sentía remordimientos, era inmortal y sin embargo no alcanzaba a sentir lo que muchos humanos poseían, eso que llaman felicidad, incluso a aquellos que la encontraban en la lectura de un libro, en un atardecer, o en ver la lluvia tras los cristales, para Jacob aquello era inconcebible.
Todas estas reflexiones sólo podía contárselas al robot que le acompañaba por las noches, un modelo XT-88 de compañía, ella le escuchaba atentamente y cuando Jacob se sentía afligido, ella tomaba sus manos acariciándole.

Pero aun así Jacob mostraba toda su rabia
-         -  Déjame en paz, tu ternura es ficticia, respondes a las reacciones de las leyes de la robótica.

Ella le dejaba de acariciar obedeciendo las órdenes, se quedaba quieta a su lado, mientras los depósitos lacrimales expulsaban un líquido salado a semejanza de las lágrimas. Sin embargo pese a las órdenes de Jacob  en las que la 2º ley le obliga a acatar todas las órdenes que le dicte, la 1º ley cobraba más fuerza ya que sabe que su compañía aplacaría el dolor de Jacob, y un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.

 Jacob lo sabe, no son sentimientos, son únicamente dígitos, unos y ceros, impulsos electromagnéticos  que en el caso de XT-88 pondera la primera ley sobre la segunda.

 Aun así agradece su compañía, sabe que su cerebro está dañado y empieza a comprender que todos aquellos sentimientos negativos conllevan  una degradación, en los humanos lo habían llamado enfermedades, tumores, cánceres, en él había supuesto una degradación de sus circuitos, de sus terminales.
Meses después, Jacob agonizaba en su cama, acompañado únicamente por XT-88, ningún humano se acercó a su casa, y cuando su cerebro positrónico se apagaba tomó la mano de XT-88.

-         -  Gracias por ser fiel, a pesar de que sea por cumplir las leyes de la robótica,  yo pude sentir como los humanos, pero me equivoqué, opte por el lado oscuro  , sin entender que  a pesar de que sea más fácil ser egoísta, vanidoso, todo al final regresa,  y si me hubiera prodigado en amor hoy no desaparecería solo.

La luz azul interna  de sus ojos se fue apagando.

Jacob murió, aunque no fuera exactamente ese hecho, Jacob dejó de funcionar, en el mismo instante que los circuitos de XT-88 se colapsaron y su cerebro se fundió,  a su manera XT-88 estaba enamorada de Jacob.

martes, abril 02, 2013

Las tres leyes de la robótica (1º Parte)

Las tres leyes de la robótica:
-    Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
-    Un robot debe obedecer las  órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
-    Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Él era RX-99, también llamado Jacob, el modelo más avanzado de la  Robotic Corporation, aún así en su cerebro positrónico estaban programadas las tres leyes de la robótica inamovibles, imperecederas en sus circuitos.
En una de las revisiones anuales se encontró con el ingeniero de circuitos cerebrales Albert Whitaker, quien vanagloriándose de sus descubrimientos tuvo el desliz de comentarle los estudios en el área militar sobre el debilitamiento y casi la anulación de algunas de las tres leyes.
Jacob mostró tal interés y aduló de tal manera perfecta a Albert, el cual en una disertación de más de hora y media puso al día a Jacob de todos los avances que había logrado.
Jacob sabía que su imagen exterior era completamente humana, de hecho los modelos RX, tenían las necesidades de los humanos se alimentaban, y expulsaban los alimentos tal como lo haría cualquier humano, sólo les faltaba un paso para llegar a ser completamente humanos, sentir las mismas emociones que ellos, odio, envidia, celos, cólera, todas aquellas emociones estaban anuladas por las famosas tres leyes, pero Jacob estaba dispuesto a llegar a donde fuera con tal de “ser un humano más”.
Mandó un holograma-mensaje cifrado a Whitaker solicitándole una cita para debatir ciertos detalles técnicos, a la cual y dado su grado de egocentrismo aceptó de buen grado.
Aquella tarde en el taller de Whitaker,  Jacob le retó.
-    Sr. Whitaker  creo que no son más que teoremas y suposiciones que usted logre la anulación de las tres leyes, ya que de todos es sabido que ello conllevaría a una destrucción del cerebro positrónico.
-    Jacob no me insultes, hemos logrado en modelos inferiores que estos tomen decisiones que puedan acarrear daños menores a los humanos, intentamos así que en caso de altercados o guerras sean los robots y no los humanos quienes participen,  salvando así muchas vidas.
-    Perdone mi insistencia pero creo que tal cambio sólo es pura retórica.

Albert Whitaker estaba perdiendo los nervios, sin saberlo había entrado en el juego de Jacob.
-    Es fácil - le dijo Jacob- pruebe conmigo.

-    Eso no puedo hacerlo, me expulsarían de Robotic Corporation.
-    Nadie tiene por que enterarse.
-    Pero si introduzco los cambios, serás un robot diferente y entonces se preguntarán que es lo que ha pasado.
-    Exacto, a no ser que siga comportándome como hasta ahora, y el secreto quede entre usted y yo. Aunque todo esto es palabrería no es capaz de introducirme esos cambios.
-    Te demostraré de lo que soy capaz- gritó Whitaker – ningún robot del tres al cuarto va a poner en tela de juicio mi intelecto.
Fue así como tras dos semanas Albert Whitaker anuló las tres leyes robóticas del cerebro de Jacob, introduciendo los sentimientos humanos en sus circuitos.
Jacob se levantó de la mesa metálica suspendida en la parte central del laboratorio que Whitaker había creado en el garaje de su casa. Nada más levantarse la mesa se deslizo al panel de la pared que se abrió con un ligero siseo metálico desapareciendo tras ella.
-    Bien Jacob ¿Cómo te sientes?
-    Creo que perfectamente, no siento ningún cambio, ¿crees que debería sentir algo? – era la primera vez que un robot tuteaba a un humano.
-    Ya estas cambiando, acabas de tutearme y no deberías hacerlo, recuerda lo que hablamos.
De pronto en los circuitos del  cerebro de Jacob las corrientes eléctricas sufrieron una alteración, no era nada comparable con lo que había sentido anteriormente,.
-    Creo Albert, porque te voy a llamar Albert, que no deberías darme órdenes, ni exigirme nada.
-    ¿Qué no? Pero  quién crees que te ha creado, no eres más que un amasijo de metales con un cerebro positrónico alterado, al que puedo de nuevo introducir las tres leyes.
-     No creo que lo hagas.
-    Ha sido una equivocación la mía, un error subsanable. Decía mientras pulsaba el accionador para que la mesa volviera al centro del laboratorio.
Una sensación de rabia inundó los circuitos de Jacob.
-    No lo hagas Albert.- le dijo mientras avanzaba hacia él.
-    No debí hacerlo, pero aún puedo arreglarte.
Albert Whitaker cayó al suelo con la cabeza destrozada, Jacob suspiró, mientras una corriente eléctrica recorría cada centímetro de su piel artificial.
No sintió ningún remordimiento, la sensación al contrario fue de la que los humanos llaman alivio, ahora tenía la certeza de que nadie sabría de su cambio.
Limpió el laboratorio, se cercioró de que no quedara vestigio alguno de sus visitas, y tras evaluar su cerebro las diferentes alternativas , colocó todo de tal manera que pareciese que Albert Whitaker hubiera sufrido un lamentable accidente domestico.


...CONTINUARÁ...