viernes, noviembre 18, 2011

Corazón de cristal




Aquella chica era única.
Aunque nadie lo supiera, aunque si la vieras pasar pensases que no tenía nada de especial.
Y sin embargo era única, por que único era su corazón.
Tenía el corazón de cristal.
Cuando sus padres se enteraron de tal suceso, temieron que aquel corazón fuera tan frágil
que se rompiera, y entre comida y comida le daban cristal.
El corazón se fortaleció tanto que ni una punta de diamante sería capaz de arañarlo.
Sólo pequeñas muescas aparecieron en el cuando la vida le golpeó  como sólo la vida sabe hacerlo.

Un día alguien robó aquel corazón, y ella se dejó.
Se dejó cuando noto el calor de sus caricias en el frío cristal, cuando vio el reflejo en el  de su mirada,
cuando sintió por primera vez como aquel corazón se empañaba de felicidad.

Pero no se dio cuenta de que poco a poco fue resbalando, hasta que se deslizó en el vacío y se estrelló contra el.
El corazón se hizo mil añicos.
Y sólo estaba ella para recoger sus pedazos.

Aquel corazón ya no volvió a ser el mismo, ella  lo pegó como pudo, quedaron huecos allí donde no encontró los trozos,
las aristas que antes era suaves ahora cortaban,  y el reflejo se convirtió en  una amalgama de imágenes inconexas.

Escondió su corazón de las miradas ajenas, y se dedicó a ver la vida pasar.

Una tarde mientras tomaba un té, un chico se sentó a su lado, sacó una pequeña agenda un lápiz y se puso a escribir.
Ella lo veía con curiosidad, cuando sus miradas se encontraron sintió que un dedo rozaba el borde de su corazón de cristal
produciendo un música silenciosa. Pensó que era sólo una ilusión, aunque estaba segura que aquella cara la había visto antes.

Días después volvió a encontrárselo en el bar. Él le sonrió cuando ella se sentó a su lado, ella volvió sentir una caricia en el borde 
de su corazón, un roce que producía música.
Así fue como dejó que aquel chico acariciara los bordes de su corazón produciendo una música que nunca antes había escuchado.

Nunca supo que aquel chico era el mismo que había visto un día en los soportales de una plaza, sentado, acariciando los bordes
de unos vasos de cristal de los cuales se desprendía una bella melodía.

viernes, noviembre 11, 2011

Carta

Querida hermana:
Perdona por escribirte a ti, pero no quería que mamá sufriera más de lo que ya sufre por mi ausencia. Estoy en una trinchera en algún lugar perdido de este país. Aún me pregunto que estoy haciendo aquí y cómo he llegado a esto. Nadie sabe lo que es, hasta que lo vives.
Tengo miedo, no a morir, creo que he asumido que no volveré, no llores por favor, quizás sea mejor así, o quien sabe, pero tengo miedo a que si vuelvo ya no sea el mismo, que mi mirada se convierta en esa que he visto tanto por aquí, una mirada vacía, sin vida, que esto llegue a convertirse en un motivo para seguir vivo, que no sepa vivir sin estar aquí.
Te echo de menos, echo de menos aquellos días donde nos reíamos por cualquier cosa, mientras papá estaba al acecho, regañándonos por todo.
Aquí las sonrisas suelen ser nerviosas, o sonríes al caer el día por que no te ha tocado a ti esa bala, o ese mortero.
Nos intentan asustar con el infierno, pero yo ya estoy en el, intento cerrar los ojos y no ver cuerpos despedazados, niños y mujeres mutilados. Al principio no miraba, ahora se ha convertido en una rutina que me produce náuseas. He visto cosas que no creerías, nosotros que nos llamamos civilizados. He visto matar por placer, jugar a ser Dios y decidir quién debe morir y quien se salva. He visto partidas nocturnas sólo por vengar la muerte de un compañero, sin importar quién o quienes iban a morir. He visto al hombre convertirse en el peor de los depredadores. Y ellos no son diferentes a nosotros, matan y disfrutan con ello, aunque sea gente de su mismo pueblo. Niños envueltos en explosivos, niñas que se acercan a nuestro convoy y bajo su ropa cuelgan granadas.
La razón de la sin razón.
Pienso en cómo podré vivir de nuevo allí después de estar aquí. Creo que se me ha olvidado perdonar.
Y dentro de toda esta inmundicia, como si fuera de un campo lleno de barro, también crecen flores. He visto correr entre la metralla para poder coger a un herido y sacarle del fuego de las metralletas. He visto jugarse la vida por personas que no conoces, y quizás nunca más vuelvas a ver. He visto caer heridos a compañeros por llevar un poco de consuelo a esta gente, sin saber si detrás de ellos pueden encontrar la muerte.
Sí, aquí convive el infierno con el cielo, lo peor de cada uno de nosotros con la mayor de las generosidades.
Suenan los cañones, no muy lejos de aquí arde otra ciudad, y los gritos y el olor a carne quemada te empapa la ropa y los sentidos hasta que los embota.
Ya no soy el mismo, aquel al que llamabas cuando tenías algún problema.
Tengo miedo, miedo a que me mires y no veas dentro de mí al que despediste no hace mucho.
Perdóname por contarte esto, pero necesito decírselo a alguien, necesito que si un día vuelvo, me abraces aunque no sea el mismo.
Y ahora he de irme, salimos de patrulla.
No, no llores, no te preocupes, no quiero morir aquí.
Te quiero, tu hermano

jueves, noviembre 10, 2011

Encargo mortal

Sobre la mesa tenía una carpeta abierta, un dossier, datos y una fotografía de primer plano tamaño din A4.
Tomó la fotografía entre sus manos y sus ojos destilaron un odio atroz, podría haberlo atravesado literalmente
con la mirada.

-"Tienes la horas contadas, ya no me joderás más...".- Escupió cada palabra a la cara de aquella foto.

La puerta se abrió y apareció su mujer, entrada en años, aunque aún conservaba su buena figura y el estilo del que
aquel hombre se enamoró perdidamente.

- "Ya tenemos las fotos de estudio de la familia, te las dejo sobre el escritorio, los invitados están esperándote, deja eso y ven"

Dejó las fotos al lado de la carpeta y salieron de su despacho.
Instantes después entró la sirvienta, con la mala fortuna que cuando limpió el escritorio se le cayeron las fotos y la carpeta.
Con las prisas por no enfadar al señor, metió entre las fotos aquel primer plano tamaño din A4 y en el dossier una de las fotos de estudio.

Aquella tarde, aquel hombre entró en su despacho, cogió a toda prisa el dossier y llamo a uno de sus ayudantes.

- "Entrégaselo a quien ya sabes, este problema debe quedar resuelto cuanto antes".
- "Si jefe"- Contestó.

Un días después, al salir de su casa en dirección a su despacho en la planta 15 del rascacielos de la ciudad, un disparo certero entre los ojos acabó con su vida.

Nadie supo el por qué, sólo su esposa cuando vio las fotos de estudio de la familia se extraño de encontrar entre ellas la una imagen tamaño din A4 de un desconocido.

jueves, noviembre 03, 2011

Electricidad

Hacía días que aquella bombilla se encendía y se apagaba a su antojo.
Bajó a la ferretería y compró una de bajo consumo.
"Mierda, con el bajo consumo, 24 euros me ha costado la maldita bombilla"- pensaba mientras la hacia bailar dando giros sobre el casquillo.

Dio al interruptor,y este tras soltar unas chispas, dejó la casa a oscuras.
- Vaya, esto si que me va a costar más, claro que ti tuviera a un chico a mi lado, no habría problemas, yo soy una tuerce-botas para estas cosas.

Suspira mientras recuerda el cortacircuito que tiene en su corazón,cuando la dejaron fue como un apagón, y ya nadie había logrado volver a iluminarla.
Un pequeña lágrima cruzó su mejilla, con el torso de la mano la borró como si aquel gesto fuera poner en off un interruptor.

Llamó al electricista de urgencias. Al poco rato sonó la puerta.

La sonrisa de aquel chico iluminó la entrada, para ella fue como una descarga eléctrica, como si alguien acaba de encender todas las luces, su
cuerpo vibró y en ese momento se le saltaron los plomos.

Con el tiempo, aquel chico tendió unos cables, subió el voltaje, y a ella nunca más se le apagó el corazón.