viernes, julio 29, 2011

Adios Bye chiao... pero i'll be back

Qué sí, qué sí, que me voy de vacaciones echo el cierre otro año más, con las alforjas cargadas de 365 días con sus sonrisas y sus lágrimas, con sus sueños, y esperanzas, para dentro de 3 semanas abrir de nuevo el telón.

Y me voy a descubrir las tierras otomanas, a palpar, oler y disfrutar de Turquía.

Nos vemos.. en nada.

Y un regalito que me inspiró para mi anterior relato:

Pictures of you

La luz de la mañana entra en la habitación.
Abro el cajón de la cómoda.
En el lado derecho se amontonan unas hojas de papel, algunas escritas otras impresas.
Son tus cartas.
En el lado izquierdo están tus fotos.
Las tomo entre mis manos, y siento como si la vida entera se deslizase entre mis dedos.
Por que tengo tus fotos.

Se deslizan una a una, y me fijo en su mirada, está apoyada contra un árbol con sus pantalones blancos y una chaquetilla blanca, su cabeza ladeada y su eterna sonrisa.
Me mira desde la foto con esos ojos que jugaban a bailar sobre océanos turquesa.
Simplemente son tus fotos.

Veo aquella que abrazados miran al objetivo, detenido el tiempo en un click, con el mundo parado, esperando, sosteniendo una luz que inunda, que lo baña todo.
El tiempo corre sobre el papel fotográfico, y surgen arrugas, cae el peso de los años como lo hacen las hojas en el otoño.
Figuras que desaparecen de las fotos, figuras que se añaden, y crecen.
Nunca rompiste las fotos, nunca lo hiciste, por que son simplemente tus fotos.

Deslizo mis dedos sobre ellas, y aun puedo atrapar los recuerdos que encierran.
Sólo son pequeñas fotos, pero son tus fotos.

Una voz me grita desde el pasillo.

- "¿Has preparado ya la caja?"

Y yo guardo tus fotos, junto con las cartas y el resto de tus cosas.
La precinto, mientras miro la cama vacía y recién hecha.

Ahora entregaré la caja, aunque me haya quedado con una foto en mi bolsillo, una de tus fotos.
Aunque sea un simple enfermero de este geriátrico, siempre tendré esta foto, esta foto tuya.
Una de tus fotos.

martes, julio 26, 2011

El regalo

Eran paupérrimos, y eso es quedarse corto.
Un pequeña estancia de apenas 20 metros cuadrados, para cuatro personas.
La abuela, los padres y aquel niño pequeño de ojos negros como el carbón.
El padre salía todas las mañanas en busca de un trabajo, desde que habían cerrado la mina, aquella región iba agonizando lentamente, y con ella sus habitantes.
A veces tenía suerte y cuando paraba el camión que recogía a unos pocos para llevarlos a una obra, o al campo, lo elegían. Ese día se sentía hombre, volvía a
casa con unas monedas, revolvía el pelo a su hijo, besaba a su mujer y se permitía sonreír.

Aquel pequeño siempre preguntaba:
- Papá, ¿me enseñaras algún día el mar?
Y el le contaba como era ese mar, la brisa junto a la playa, el placer de andar descalzo en la arena. Los ojos del niño brillaban.

Su mujer los oía desde la cocina, alguna vez no podía contener las lágrimas, sabía que aquel sueño, sólo era un sueño.

Se acercaba el cumpleaños del niño, la abuela sacó dos monedas que guardaba desde hacía tiempo. En la vasija de cristal quedaban sólo unas pocas.

- "No podemos gastarnos el dinero, lo estamos guardando para poder llevar al pequeño a la escuela, no quiero que se pudra aquí como yo"- dijo el padre, mientras sentia que la pena le atravesaba el pecho. Su mujer sabiendo cómo se sentía le agarró las manos, apretándolas con todo el cariño del mundo.

- "Haces lo que puedes, que es más de lo que muchos habrían hecho, decidiste quedarte aquí en el pueblo por nosotras, no sufras, encontraremos un regalo para nuestro hijo, sin tener que gastar los ahorros".

Al día siguiente, la mujer bajó al pueblo con la ropa que cosía y que con ello ganaba alguna moneda más. Entregó la ropa, lavada planchada y cosida, en la casa del alcalde, uno de los pocos que podía permitirse ciertos lujos.

Mientras caminaba de vuelta con las manos metidas en los bolsillos, sus dedos jugaban con las monedas, recordaba cuando en otro tiempo, su marido la llevaba a las fiestas del pueblo. Ella se ponía su mejor vestido, y en la explanada de la plaza, un viejo proyector lanzaba sobre una tela blanca, imágenes de blanco y negro.
Allí sentados, ella intentaba robarle un beso, y él avergonzado le pedía que parase, el hermano de ella a escasos metros los miraba y él sentía vergüenza, sin embargo se aferraba a su mano, abrazándola deseando retener ese momento.

Envuelta en sus pensamientos, casi se da de bruces con un carromato que entraba en el pueblo.

- "Señora, ¿desea vasijas de cristal?, tengo sartenes pulidas, afilo cuchillos, tijeras, de todo un poco..."

De pronto, a la mujer se le iluminó la cara.
Se acercó al carromato, y ofreciéndole una moneda, le dijo lo que quería a cambio.

A la mañana siguiente, el día del cumpleaños del niño, la mujer habla con su marido.

- "Todo está solucionado, espera y verás"

En cuanto el niño saltó de la cama, corrió hacia sus padres.
Estos le abrazaron, su abuela se acercó, le besó y le entregó una nueva camisa que había cosido con telas viejas.
El chico miró su nueva camisa y salto al cuello de su abuela llenándola de besos. Se gira y mira a sus padres.

- "No me importan los regalos, lo que me gusta es que estemos todos juntos".

De pronto unas campanillas llegan desde el exterior. Todos corren hacia la puerta...

Cuando la abren, sus ojos no dan crédito.

Sobre una carreta decorada con hojas que asemejan algas, aparece un persona regordeta, con una corona en su cabeza, el torso desnudo y un tridente.

El ser baja del carromato con algo en la mano.
Se acerca al niño y le tiende una botella.

Su voz es profunda.

- En esta botella está encerrado mi mar, como puedes ver, en el fondo esta la arena de las profundidades donde vivo, el agua es agua de mar, y el resto está lleno de brisa marina. No la abras nunca, pues la brisa volará hacia la costa, el agua se evaporara para volver al mar en gotas de lluvia, y la arena se secara convirtiéndose en polvo.
Un día llegaras a una playa y podrás devolver mi regalo allá de donde lo traje.

Y diciendo esto volvió a su carromato y se marchó.

El niño no creía lo que había visto, acercó la botella a su corazón, y gritó:

- "Es el mejor regalo de mi vida"

La madre se giró hacia su marido guiñándole un ojo a la vez que veía como unas lagrimas recorrían su rostro.

viernes, julio 15, 2011

Arco iris

Desde pequeño siempre tuve una obsesión, cuando en las tardes de primavera o en aquellas tardes de otoño que el dorado lo impregnaba todo, cuando mi madre nos leía un cuento, y desde la ventana veíamos los rayos de sol jugar "al que te pillo" con las gotas de lluvia.
Allí aparecía.
Era el arco iris. era mi obsesión.

Yo miraba desde una esquina a otra de la ventana esperando ver donde acababa u donde empezaba.
A veces lo creía ver entre dos edificios, otras lo imaginaba muriendo en las aguas del mar, de un azul tan intenso que se diría que era verde esmeralda.

Y crecí con la promesa de encontrar ese final. Crucé montañas, anduve desiertos, paseé por verdes valles que me llevaron a tierras lejanas e inhóspitas.
Hable con viejos que me aseguraron que nunca vería algo de semejante belleza, otros sólo me miraban y me llamaban loco.

Pero nunca desistí, nunca me rendí.

Y por fin, hoy llego hasta donde parece que muere el arco iris, o quizás sea donde nazca, nunca podría decir ni lo uno, ni lo otro, y cuando mi mano está a punto
de acariciarlo, cuando mi búsqueda torna a su fin...

Deja de llover, los rayos del sol dejan de jugar "al que te pillo" con las gotas de agua, y el arco iris se desvanece entre mis dedos.

Entonces, y sólo entonces, me doy cuenta de que el arco iris sólo es el reflejo de los rayos del sol cuando atrapan en su juego a las gotas de lluvia.

martes, julio 12, 2011

El Billete de tren

Saqué mi billete.
El anden ese día me parecía mas brillante, incluso la gente de mi alrededor aparecía con un extraño fulgor que les envolvía.
El tren llegó y subí en el.
Casi no me he sentado cuando pasa el revisor y me pide el billete, busco en mi bolsillo y se lo entrego. Este después de mirarlo detenidamente, me dice que he
de abandonar el tren, con este billete no puedo viajar.
Intento preguntar el por qué, pero para el tren y me desaloja a toda prisa.
-"No podemos perder tiempo, el tren no debería detenerse"

Me veo de nuevo en el anden, me acerco a la maquina expendedora y vuelvo a sacar el billete.
Llega el tren y subo.
Aparece el revisor y nada más ver mi billete, me indica que no es el billete correcto y que debo abandonar el tren.

Sin darme tiempo a nada, me veo de nuevo en el anden.

Y procedo a hacer la misma operación, saco el billete y espero al tren.
Esta vez cuando llega el revisor le pregunto:

- ¿Cual es el billete que necesita?
- Señor, el billete de ida, señor.

Le entrego mi billete.

- Señor este billete no es válido, es un billete de ida y vuelta, y en este tren sólo se admiten billetes de ida.

Entonces miro la pantalla y veo que el destino de mi tren es "viaje al más allá".

lunes, julio 04, 2011

Siempre desee

Siempre desee conocer el Oriente Próximo.
Siempre desee conocer el exotismo de aquellas tierras.
Siempre desee ver las mezquitas, y sus barrios, sus mercados y sus calles.
Siempre desee ver la danza del vientre.

Por eso cuando aquella chica llego a mi lado, en el mercado y se desabrochó la túnica que llevaba...

siempre desee no haber estado allí en ese momento.
En el momento en que ella explosionó la dinamita que llevaba adosada en su vientre.