miércoles, mayo 27, 2009

Decían

Decían de él que era el último romántico.
Decían de él que era uno de los últimos caballeros.
Y quizás fuera así.

Gustaba de prepararse la ropa que iba a ponerse, desplagándola sobre la cama.
Era capaz de esperar en una esquina con tal de verla pasar, simplemente para cruzarse con su mirada.

Saludaba con un "buenos días" y una sonrisa, aunque fuera lunes por la mañana.
Siempre dejaba pasar primero y siempre cedía su asiento.

No cruzaba en el calendario los días de los cumpleaños, porque cualquier fecha le parecía perfecta para hacer un regalo.

Y sin embargo.
Sin embargo...

Su corazón se había roto demasiadas veces, ...tantas veces...
Que ahora sólo era un amasijo de pequeños trocitos.

Y él...

Él buscaba el pegamento que uniese aquellos trozos.

Lo buscaba,
en la comisura de unos labios,
en la silueta de una sonrisa,
en la espuma de las olas de un mar, de un mar verde esmeralda.

Decían de él que era el último romántico.
Decía de él que estaba loco.

Todo esto decían de él cuando recogieron los trocitos de su corazón de la arena.
Cuando él decidió perderse entre la espuma de las olas de un mar.
De un mar verde esmeralda.

viernes, mayo 08, 2009

Una historia...

Al píe de mi cama hay un gran arcón de madera envejecida por el tiempo.
Abro uno de sus cajones, e inspiro el aroma a nenuco, no sé como, pero nunca logré deshacerme de esa fragancia.

Entre mi ropa interior un lazo rojo abraza unas cartas, el tiempo se desliza entre sus letras, las palabras juegan entre los recuerdos, y una nube deja su lluvia en mi cabeza, gotas de abrazos, besos, promesas, que como la lluvia empapó mi corazón...

A su lado unas fotos antiguas amarillean, como lo hacen las hojas al saludar el otoño, Barcelona asoma en ellas, un puerto de mar, una sonrisa....

En otra una niña recorre la playa, tras de sí deja la huella de sus piececitos en la arena, busca caracolas que acercarse al oido para robarle al mar algo de su música...Mira a lo lejos, y en la arena con sus pequeños dedos escribe un "te echo de menos"...

Me miro en el espejo y sonrio, la vida no me ha tratado tan mal, he sentido el calor de sus besos, las caricias que me ha regalado entre mis piernas, me ha dejado el optimismo por vestido, y la soledad por compañera. Pero miro hacía atrás y siento el frió de las tardes que mueren en la luz de una bombilla y el eco mudo de una casa vacía, "como estas , que tal te ha ido el dia" sólo son frases escritas en el vaho del cristal cuando salgo de la ducha.

He salido corriendo, intentando huir de mis lágrimas en la arena, me he arropado con mis amigas, con besos furtivos en camas desconocidas, donde la ternura se esconde debajo de la cama y los amaneceres se apagan tras el cierre de una puerta.

Acaricio mis arrugas de los ojos, el tiempo corre por mi piel, pero en mi interior una niña salta de charco en charco, se columpia y persigue sueños como si fueran mariposas en un jardín de margaritas.

Siempre pensé que las prisas no son buenas, y ahora corro tras el tiempo para atraparlo entre mis manos, como si con ello pudiera reternerlo.

Guardo las fotos al lado de las cartas y cuando cierro el cajón sus letras caen al suelo, y forman castillos, castillos de arena como los que de pequeña construía en la playa hasta que una ola de mar los devoraba... Sueños devorados... devorados por el tiempo

Busco en los reflejos de mi espejo mundos lejanos, donde cuando se crece uno no deja de ser niño, donde la gente no te esquiva la mirada, donde no existen puertas que se cierran y si ventanas que se abren, donde si saltas con la suficiente fuerza logras volar sin que nadie te llame loco, donde mis lágrimas no se pierdan en el olvido, donde haya alguien que las recoja en la palma de sus manos.

Busco en mi armario y me visto con la mejor de mis sonrisas, me calzo con la fuerza de la ilusión, a pesar de que muchas veces haya gente que sólo vea mi vestido, y no lo que cubre, espejismos en desiertos de soledad.

Cruzo la calle, en mi bolsillo estan las caracolas que de niña robé a la arena, mudas, la música del mar perdió su compás. En el otro bolsillo llevo escrita una carta, palabras que jugaron al escondite un dia con mis labios, y se convirtieron en susurros no dichos.

Y llego a la playa, me descalzo, quiero sentir la arena bajo mis pies, dejo las huellas tras de mi como en la vieja foto de mi arcón.

Camino despacio y siento que el tiempo se detiene, y las agujas del reloj marcan el paso hacia atrás, y me regresan en un viaje sin maletas.

Saco las caracolas y las acerco a mi oido, la música ha vuelto a ellas, primero como un rumor que va convirtiendose en suave melodia. Sin pensarlo las lanzo al agua, donde quizas nunca debieron salir.

Y sonrio.

Camino mirando la arena, como si buscase entre ella las lágrimas que un dia dejé, acaricio la carta y la saco de mi bolsillo, la leo, leo sus palabras una vez más, palabras inacabadas, palabras que buscan otras palabras.

Carta sin remite, para que nunca sepas que fuí yo quién la escribió.

Como un naufrago, introduzco la carta en una botella, y la cierro en ella, me acerco a las olas que como en un diapasón van y vienen, vienen y van... la botella se queja entre mis manos deseando el abrazo de las olas, como si de alguna extraña manera regresase a su hogar.

Y la veo partir.
Perdiendose lentamente.

Me vuelvo, he recogido mis lágrimas de la arena y las he metido en mi bolsillo.

Ahora sé que un día volveré a encontrarte.