martes, octubre 17, 2006

Caía el sol implacable un día más sobre el poblado. Los hombres habían dejado la aldea para ir a cazar. Mientras las mujeres se encargaban de la recolecta, de traer agua de mantener el fuego encendido, todas menos una, que alejada de las mujeres, miraba, solamente miraba.

De sus ojos caían lágrimas espesas que al chocar con la tierra, formaban un barrillo a sus pies. De vez en cuando se levantaba y cuando se echaba a andar hacie el gurpo de mujeres, estas rapidamente se ponian a gritar:

- No te acerques, aléjate, aquí no haces nada.
- No nos sirves, por que no te pierdes en la selva quizas asi alguna hiena pueda alimentarse contigo.

Todas las mujeres rompian a reir, y ella volvía sentarse a lo lejos sin perder de vista al resto de mujeres.

Con los hombres no era diferente, ellos simplemente la ignoraban, no existia, cuando llegaban de la caza, debía esperar el último turno y ya lo que quedaban eran despojos.

Su cabaña era la más alejada del fuego, y lo peor de todo era cuando el joven jefe de la tribu asignaba las tareas a las mujeres, para ella siempre quedaba la peor y la mas solitaria.

Asi con el paso de los días ella creyó que por algo la trataban asi, algo debía haber hecho mal para que toda la tribu la rehuyera y la tratara de esa forma. Quizás fuera el día de la iniciación cuando se negó a que la cortaran su larga melena como a las demás mujeres, quizás fuera por su marcada personalidad cuando por las tardes solía salir a pasear sola, o quizas fuera por que negaba en su cabaña la compañía de algún hombre de la tribu.

Pero ella asumió que el problema era suyo y lentamente como un veneno esa idea inundo su cuerpo y su mente.

Se encerró en ella, se alejó aún más del resto de la gente, y empezó a dejarse, comía poco, dormía menos y cada vez salía menos de su cabaña.

Un día le despertaron unos gritos, los hombres volvian corriendo al poblado uno de ellos estaba muy mal herido, habían sido atacados por leones, dos habian muerto y el jefe de la tribu estaba desaparecido, las mujeres aullaban de dolor, mientras el hechicero decia que estaban todos malditos y habria que apaciguar al espiritu del devorador de hombres.

El más anciano propuso una partida con los hombre más jóvenes y fuertes para buscar al jefe y matar al león, pero muchos de ellos aterrados no se atrevían a ir a semejante aventura. Se miraban unos a otros esperando que alguno reuniera el valor suficiente para dar el primer paso, y cuando ella se apróximo al anciano y se ofreció como voluntaria, todos se echaron para atrás, nadie la acompañaría sería como ir a la muerte sin remedio.

A ella no le importó, estaba acostumbrada a ir contra corriente, tomó un lanza y se introdujo en la selva. El miedo corria por sus venas, sentía el corazon estallarle en la boca, su cabeza bullia, como podría ella pequeña enfrentarse al devorador de hombres, y encontrar al jefe de la tribu.
Y recordó historias de su madre, cuando le hablaba como su padre había sido un gran cazador, cómo le contaba que no todo era fuerza, que con inteligencia tambien podria dar caza a cualquier animal.
Aquella noche hizo una cama de hojas secas entre las ramas de un árbol y pasó su primera noche fuera de la protección del poblado, ya no lloraba, sentia un ardor en su cuerpo una fuerza que la impulsaba a seguir, y sin embargo tenia un sabor amargo en su boca, el sabor del miedo.
Se durmió entre los lejanos rugidos del león.

Pasó la mañana siguiente alimentándose de frutas, recogiendo hierbas medicinales como le habia enseñado su abuela, y afilando la lanza untándola del nectar de plantas venenosas.

Cuando empezó a caer la tarde se acerco a la gran charca, sabía que allí se acercaría el gran león a beber, vió una manada de elefantes y lentamente donde habían defecado y se untó con los restos que encontró, sería la mejor forma, pensó, de que el devorador no la oliese.

Un grupo de antilopes a la carrera la avisó, el gran león estaba acercandose a la charca, majestuoso sabiendo que el resto de los animales huian con su presencia, se acercó, la melena aun tenía restos de sangre seca y el gran animal sació su sed.

Tendría que seguirlo, allí a campo abierto era fácil presa para el devorador, lo mejor sería esperar al medio día cuando el sol cayese inmisericorde y el león estuviera adormecido.

Siguió su rastro, con tal facilidad que ella misma se sorprendió de lo buena rastreadora que era, y tras una larga caminata encontró la guararida del león.
Allí estan restos de huesos de sus compañeros pudo ver un gran corte en la pata del devorador, seguramente producida por la lanza de alguno de ellos, pero del jefe de la tribu no había rastro.

Se mantuvo a una distancia prudencial y allí preparó lo que sería el intento de caza del devorador, corto ramas y las afiló, y cuando el gran león salió de su guarida, ella preparó la trampa.

Trazó un semicirculo con las lanzas clavadas al suelo y el otro lado del semicírculo con ramas secas en el centro dejó un antilope muerto que había cazado y esperó a que el olor atrajera al devorador.
NO tardó mucho en llegar, lentamente como suponiendo que algo raro pasaba el gran león dio vueltas alrededor del círculo-trampa, pero el olor del antilope muerto era demasiado apetecible para resistirse y atravesó el círculo, rapidamente ella lanzo una flecha de fuego sobre los montículos de hojarasca que prendierón en un gran fuego. El devorador se alejó hasta toparse con las lanzas que se levantaban como una pared imposible de saltar, estaba cercado, ella al verlo salió de su escondite y se acercó al círculo trampa , las lenguas de fuego eran altas y un humo espeso se alzaba sobre la sabana, el león rugia despavorido, el fuego se iba acercando mas y más, y de pronto ante ella una sombra surgió entre el humo, el gran devorador habia saltado sobre el fuego se su melena prendian algunas llamas, pero había logrado escapar, cayendo delante de ella a escasos metros.
Un terror inmenso heló su sangre, estaba inmovilizada, había pensando que con la trampa sería suficiente, pero ahora lo tenia delante agazapado lleno de odio mirandola con sus frios ojos. Ella intentaba mantener la calma, no perder la mirada del león a la espera de adivinar cual seria su movimiento, como seria el ataque, pensando que estaba viviendo los ultimos momentos de su vida, y en ese momento el león tenso su patas y saltó sobre ella, a su vez la lanza rasgo el aire al encuentro del león.

Y cerró los ojos, si habia de morir queria que fuese rápido.

Aquellos segundos le parecieron una eternidad hasta que un ruido seco le hizo abrir sus ojos, a su lado el cuerpo del león yacía muerto, la lanza le había atravesado el corazón.

Se le quedó mirando, quieta rígida y de su boca surgió un cántico, un grito desgarrador de vida y de muerte.

Sacó el cuchillo debia cortar la cabeza del león, alejarse de alli lo antes posible, pronto llegarian las hienas a reclamar el trofeo.
Mientras cortaba la cabeza del león, oyó unos gemidos, se giró y no muy lejos divisó una pequeña cueva tapada con unas rocas, se acercó mientras creia reconocer en esa voz al jefe de la tribu, y asi era, allí estaba habñia logrado huir a la pequeña cueva mientras el león atacaba a los otros, tenía una gran herida en la pierna, pero estaba vivo.

Sacó las hierbas y untó con ellas la herida, le trajo agua, y volvió a por la cabeza del león, debían irse de alli lo antes posible.

A los dos días vieron de lejos los tejados de la cabaña, el jefe abrazado a ella caminaba pesadamente, pero lo habían logrado estaban de vuelta.

Al ser vistos los guerreros salieron corriendo a por ellos, en sus ojos se podía ver la sorpresa de encontrarlos vivos, nadie hubiera pensando que aquella mujer seria capaz de devolver al poblado al jefe con vida.
Sin embargo nadie la ayudó a ella, todos se volcaron con el jefe que semiinconsciente casi no podia caminar.

A la noche toda la tribu se reunió para celebrar el regreso del jefe, danzaban alrededor del fuego el hechizero con su cara dibujada movia ritmicamente una especie de maracas, cuando se hizo el silencio, ella salió de las sombras con un gran bulto a la espalda, y acercándose al mas anciano lo depositó frente a él.

Cuando el anciano descubrió el contenido toda la tribu se echó para atrás, alli estaba la cabeza del devorador de hombres, ella lo había matado. Poco a poco se volvieron hacia el lugar de donde la muchacha habia surgido… más ya no estaba.

No le hacia falta su tribu, ni el poblado, por fin había comprendido que dentro de ella estaba todo lo que necesitaba.

Y nunca más volvió al poblado.

1 comentario:

Condevolney dijo...

Joder tío, mas conseguido encantar con tu cuento flgrdlitico, vamos que había vuelto por un momento al clan del oso cavernario, cojones, esta bien,

enhorabuena desde mi propia abstracción.