martes, marzo 22, 2005

Envoltorio



Despliego sobre la cama los pequeños tesoros de mi armario, unas medias negras de encaje, zapatos con tacón de aguja, mi vestido favorito negro corto y de escote pronunciado, peinado nuevo, pintura, maquillaje y el toque final unas gotas de mi perfume.
Estoy preparada, un último vistazo al espejo, y doy mi visto bueno, me gusto.
Salgo a la calle, él me espera. Su mirada y su expresión denotan el impacto de mi aspecto. Ante el, la mayoría de los hombres son muñecos de trapo, se pierden solo con la contemplación, pero no han entrado en mi terreno, Lentamente los llevo a el, y cuando de mis labios oyen el torrente de mis pensamientos, siento el pavor que les provoca, como soldados ante un ataque de mortero, los siento en retirada. Y antes de que se marchen, simplemente les susurro al oído. “No todo es el envoltorio”.

(Imagen tomada de internet)

Consumismo

El espíritu humano se ha movido siempre por explorar lo desconocido, por saciar ese ímpetu de conocer, de poseer, y cuando ya ha alcanzado una meta y la ha satisfecho, se lanza a la carrera a por la siguiente.
Uno desea un objeto, ahorra, lucha, hasta que lo consigue y es justo en ese momento en el que se ha conseguido cuando empieza a desvanecerse la ilusión, buscando un nuevo “target” con el que apagar ese impulso y así sucesivamente.
No está mal, sobre todo por que gracias a ese motor la humanidad ha ido avanzando, lo malo es que hemos trasplantado ese ansia de poseer, a los sentimientos y a las personas. Noto a mi alrededor, como ha crecido la corriente de conocer a una persona de vivir los momentos de seducción, de alcanzarla, incluso para algunos de llevársela a la cama lo antes posible, y luego una vez logradas esas metas, queda solamente el vacío, la partida ha de comenzar de nuevo, otra persona, otro juego. Las relaciones pasan a ser ahora simples instantes en el tiempo que satisfacen una necesidad temporal, y cuando se apaga esa necesidad, pasas página.
Intento negarme a esta corriente, es fácil dejarte subyugar por ella, nada comparable en este mundo como la sensación de embriaguez que te envuelve sentirte enamorado e intentar ser correspondido, esa lucha interna que se produce en uno. Cuando esta fase pasa, ¿por qué bajar los brazos y tomar la salida más fácil?, abandonar y empezar de nuevo, las agallas están en luchar por que todo perviva, por hacer de ese sentimiento un caudal diferente pero gratificante. Me niego a ser un producto de consumo, quizás peque de romanticismo pero si nos negamos a ello realmente ¿qué nos queda? Solo el consumismo de sentimientos.

lunes, marzo 21, 2005

La ruleta



“La vida no se cuenta por las veces que respiramos sino por las veces que nos quedamos sin aliento”

Uno se hace viejo, quizas no lo aparente por fuera, y aún pueda ir quitanose unos años de encima, coquetería lo llama alguno, otros resistencia, pero la verdad es que internamente el tiempo pasa, ya no son los impulsos arrebatadores de la juventud los que nos arrastran , ya no son las respiraciones a los que vagamente se aferran unos y otros lo cuentan como si fueran trofeos. Ahora, al menos para mi, cuentan esas veces que te quedas sin respiración, esos momentos que desearías eternos, y que son tan leves como un aleteo de mariposa, una mirada, una sonrisa, un beso robado. La vida, es como un crupier, toma la bolita, y la lanza a la ruleta, y tú sientes como vas girando, a una velocidad endiablada y gritas el siete el siete que caiga en el siete, pero empiezas a saltar de número en número, sin poder parar rebotando hasta que llega un momento que el la ruleta se para y el destino detiene a la bola y caes en el..... Quizás sea el número, quizás la próxima vez.
Me siento cansado de botar y rodar, y sin embargo sé que en la ruleta he tenido suerte, he caído alguna vez en mis números, y otras en el cero, “todo para la banca”.
El juego sigue, el casino no cierra, y aunque la bola tenga muescas aun girará, hasta que se oiga al crupier gritar: “No va más”

La carta



Desplegó los dobleces, y la hoja se resintió, el paso del tiempo la había vuelto amarillenta y la tinta en algunas partes se había diluido.
“ Quizás sea esta la primera y última carta que te escriba, pero este verano será inolvidable. Cuando llegaste al hotel y pude verte por primera vez, nunca imaginé lo que nos pasaría. Una chica como tú y un pobre jardinero como yo, nunca harían una buena mezcla, pero aquella tarde en la que me decidí a llevarte al pueblo en la furgoneta del hotel, fue simplemente el inicio para mi, de algo maravilloso.
Podía ver tu melena correr con la brisa de la ventanilla abierta y el suave aroma de salitre inundarnos, y aquella primera sonrisa cuando me dijiste. “Pero ¿por qué me miras tan fijamente?” Luego vinieron las miradas ocultas mientras arreglaba el césped de la piscina, los encuentros casuales, el baile en el salón del hotel, hasta que llegó aquella tarde en la que te invité a pasear por el lago. Y mientras te enseñaba los caminos por los que de pequeño había jugueteado, el tiempo pareció aliarse, y una repentina tormenta cayó sobre nosotros, el agua nos empapó y debajo de aquel árbol mientras te abrazaba pude sentir el sabor de tu piel y de tus labios. Te hice el amor.
Tus padres, lo intuyeron, y ya después de aquel día fue casi imposible encontrarte, asi pasó el resto del verano, y ahora cuando caen las primeras hojas, el dolor se hace insoportable, tu ausencia tu vacío y no tener noticias tuyas me está volviendo loco, aún asi espero que esta carta pueda llegar a tus manos, y sepas que te amo.”

Lo miró con ternura, él yacía en la cama, frío casi inerte. La puerta se abrió y la enfermera te preguntó: “¿Se quedara esta noche también?, ¿Quiere que le prepare la cama?” Asentiste. Aunque sabías que no la utlizarias.
Cuando apagaron las luces, te hiciste un pequeño hueco en su cama le agarraste la mano. Maldita enfermedad, que más daba que te dijeran que estaba en coma y que probablemente no te oyera, para ti él estaba alli, y te oia y te sentia.
Te estabas quedando dormida, justo cuando le oiste decir:”Gracias por leer mi carta, nunca dejaré de amarte”, y sentiste que apretaba tu mano.

Aquella mañana, cuando la enfermera fue a despertarte, solo encontró dos cuerpos abrazados... sonriendo.

martes, marzo 15, 2005

El autobús



Sonó el despertador. Otro día más, el frío del dormitorio me abrazó dándome los buenos dias, una ducha un café caliente y otra vez tarde, a correr a la parada del autobús que me llevaría hasta la oficina. Me coloqué en la cola a la espera de que hoy al menos no tuviera que sufrir los empujones de siempre y poder coger lugar al lado de la ventana. Tuve suerte, no sé por que los martes parece que va menos gente, aún así el autobús iba casi al completo, me fije en el asfalto las líneas discontinuas pasaban una tras otra, parada brusca y algún quejido por lo bajo. El sol empezaba a calentar, y a mi me gustaban esos días donde el azul del cielo acompaña, me giré y allí estaba ella, debía haberse subido en la parada anterior, sus ojos negros resaltaban bajo el pelo castaño, despeinado seguro que por las prisas, tenía ese aire dulce, tierno, que a mi me encanta, y de pronto ella me miró, fueron unas décimas de segundo pero el tiempo suficiente para saber que me había visto, volví a mirar por la ventana por retirar la mirada que me parecía arrogante, sin embargo ella tenia un efecto magnético, irresistiblemente tenía q volver a mirarla, sí allí seguía, distraída con su mochila y una leve sonrisa que ocultaba el malestar de ser empujada a cada frenazo del conductor. La miré a escondidas, como los niños pequeños hacen en cuando ven una puerta entreabierta y oyen un ruido no reconocible. En la cuarta parada descendió, pasó a mi lado dejando una leve fragancia en el aire que rápidamente absorbí pude ver su silueta, sus vaqueros, su melena deslizarse sobre sus hombros.
Llegué a la oficina con su imagen diluyéndose en mi retina.
Al día siguiente, mi corazón palpitaba con la idea de volver a encontrarme con ella, la ventana ya no me atraía, ahora mi atención se fijaba en la parada del autobús, donde calculaba ella iba a subir y .. sí allí estaba ella, subió y miró por si había algún asiento libre, hasta que sus ojos se cruzaron con los míos, y juraría que esbozó una ligera sonrisa. Durante el trayecto los cruces de miradas se intensificaron, ahora yo no me ocultaba quería que supiera que estaba allí, observándola, agradeciendo que aquella imagen me alegrase la mañana.
Pasó una semana de encuentros, ella cada vez sostenía más la mirada, incluso diríase que me sonrió ampliamente, yo buscaba la manera de acercarme a ella lo más posible, pero me luchaba entre brazos y cuerpos que se levantaban entre ella y yo como un rompeolas. Ahora la sensación de alegría por encontrarme con ella dejó un resquicio a como poder establecer contacto. Pasé dos noches pensando en ello, a la tercera cogí un papel y un bolígrafo y le escribí una nota que pensaba dársela antes de que se bajara, así no podría decirme nada al menos hasta el día siguiente. La nota será de lo más breve: “Gracias por hacer de cada mañana un motivo para levantarme” Y no creáis que me resulto fácil escribirlo, pero al final creí que era la nota que más podía decir sin decir nada.
Esa mañana me quemaba en el pantalón, la sentía allí con vida propia moviéndose como un gusano encerrado. Ella subió, y me miró directamente pero es algo que nunca lograré entender de las mujeres esa extraña capacidad para hacerse las distraídas cuando están pendientes del más leve movimiento. Cuando llegó su parada, yo metí mi mano en el bolsillo y justo en el momento que pasaba a mi lado, me bloquee, si, me quede mudo paralizado de terror, y si ella no coge la nota y si piensa que soy un estúpido. Saqué mi mano del bolsillo y la vi alejarse. “De mañana no pasa”, me dije nada de notas, me bajaré en su parada y hablare con ella, “No tengo nada que perder”. Aquella noche no logré conciliar el sueño. Que palabras usar, qué decirle...
Ese día el autobús iba más vacío que de costumbre, algo extrañó, de pronto caí en ello, son las vacaciones universitarias, al llegar a su parada, un miedo me sacudió, ella no estaba.
Pasaron las semanas, no la volví a ver, a los tres meses me mudé. La nota la encontré meses días después arrugada en el fondo de mi mochila. Y hoy en día cuando cojo cualquier autobús aún tengo la esperanza de volvérmela a encontrar.

PD: Para un amigo.

lunes, marzo 14, 2005

Duermes



Espero que estes durmiendo ya... y sueñes con cielos color de rosa y nubes amarillas, con lluvia que cae de abajo arriba y gente que puede correr por encima del arco iris, con lagos que estan quietos en dias de viento, con rayos de sol que juegan con rayos de luna y bailan y se esconden.
Sueña con noches de sol y dias de lluvia, con mares de arena roja y desiertos salados, con amores encontrados y con soledades repletas de risas, con petalos de hierbabuena y pisadas de agua.
Con palabras no escritas, con versos nunca recitados, con cuentos que acaban en un erase que se era y empiezan con fueron felices.
Y sueña que no es un sueño, que es algo por vivir, algo que vive y que vivira en un leve parpadeo, tan suave como la seda, como el roce de una caricia, como el aleteo de unos labios en otros labios.
Y cuando el amanecer acune tus ojos, despierta en un no despertar y mira el cielo de rosa, nubes de amarillo, corre por encima del arco iris, mojate con la lluvia desde los pies a la cabeza, y cuando la gente te llame loca, ignoralos por que en su cordura pierden la locura de vivir.

Volar



La trataban como a una loca. ¿Volar? jajaja mira que ocurrirsele esa idea, eso solo lo hacen los pajaros... pero ella seguía en sus trece.
Volar, volar.. volare y dejare este pueblo de incredulos aferrados a sus ideas.”- Pensaba.

Amaneció.
Sol, y un cielo azul.
Un acantilado.
Una figura femenina, en el borde.
Unos ojos observandola escondidos.
Y saltó...

Los ojos se abrieron y miraron con incredulidad.
Y ya nunca mas volvió al pueblo.
Y aquellos ojos nunca dieron crédito a lo que vieron.

Silencios



Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola Buenas noches”.- Alberto se te acercó y dejó un suave roce en tus labios. “¿Qué tal el día?, ¿que hay para cenar?”. Cuando te quisiste dar la vuelta para verle solo distinguiste su espalda camino del dormitorio, “Judias verdes, ¿te apetecen?” “Si, claro está bien”. Pusiste la mesa la garrafita del vino, dos platos, dos tenedores, dos cuchillos, dos servilletas. Alberto sonrió, “Tiene buena pinta y bien ¿tu día?” Más tu cabeza pensaba.. “ mi día, mi día, cuatro paredes, tres electrodomésticos y tú, ese es mi día esos son mis días.” La cena acabó como todas las noches, él se fue a encender la televisión, mientras tú recogías los platos, oíste el rutinario sonido del presentador del telediario, él en su sofá y tu en el tuyo. Tic, tac, tic, tac... Hora de irse a la cama, un beso, un buenas noches, tú te acercas esperando una ración de amor, algo que al menos te hiciera sentir, pero sólo dos palabras de él: “Estoy cansado”, se levantan como un muro infranqueable, y te das la vuelta para sumergirte en un sueño húmedo donde otras manos y otro cuerpo te hagan vibrar, recordarte que aún no estas muerta, que vives y gozas.

Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola dijiste” y él respondió con un seco “¿Qué tal?”, “¿Un mal día?”, “Si creo que no cenaré”. A la mierda 3 largas horas, tu trabajo, tus ánimos y tu sudor. Te acercaste e intentaste besarle, un poco de calor, de apoyo, “Déjame, no estoy de humor, creo que me ducharé y me iré a la cama”. Te miraste en el espejo, las arrugas empezaban a cruzar tu frente y el cansancio hacía mella en la textura de tu piel. Recordaste aquellos días en los que no notabas que abría la puerta y de pronto algo caliente y húmedo recorría tu nuca sus manos abarcaban tus pechos, su cuerpo se pegaba al tuyo y la cena, la cena.... podía esperar, sentada en la encimera te hacía el amor como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez que te lo haría.

Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola... ¿Hola?... ¿Hay alguien en casa?...”
Sólo quedó el eco de la puerta al cerrarse.

viernes, marzo 11, 2005

Recuerdos

"Hoy te eché de menos, exactamente igual que ayer"

Por y para vosotros (11-M)

martes, marzo 08, 2005

Celebraciones



Hoy en día se celebran todo tipo de onomásticas, dias de cualquier cosa, patrones, santos... Uno cuando "se ennovia" celebra el dia en que se conocen, el dia en que se empezó a salir o se hicieron novios, y cuando se casan el aniversario de bodas. Todo perfecto, nada objetable... pero yo hecho de menos celebrar el dia en que conocí a un amigo/a, ese día se pierde en nuestros recuerdos aún no conzco a una persona que pueda decirme pues yo conocía ami amigo/a el dia 17 de enero, o este otro día, los amores, las novias pasan, pero los amigos, los amigos de verdad esos duran toda una vida, ¿por qué no celebrar el día en que uno conoce a esa persona, tener el aniversario, hacer las bodas de plata o de oro de amigos? es algo que no entiendo, por que a estas alturas de mi vida aún conservo algun amigo de la infancia de la juventud, pero los amores de aquella epoca ya pasaron.

Desde aqui, propongo que se establezca un DIA DE LA AMISTAD, que cada uno celebremos el aniversario de haber conocido a esa persona que no nos falla, que esta ahi a pesar de los pesares y con quien compartes mas que unas risas y unos llantos , unos sentimientos.

Un gato llamado...



Es como una sombra, pegada, cercana imposible a veces de separar. Otras se convierte en un gatito pequeño, suave, cuando abro la puerta de mi pequeño hogar está ahi para recibirme, le veo maullar ronronea y me envuelve acariciándome, cubriendome lentamente, hay momentos en que le echo de menos, lo necesito, su compañia, sin reproches, sin juzgar, sólo sabiendo que está ahi, nunca se va, fiel como nadie. Y sin embargo es capaz de en el instante menos insospechado de sacar sus garras, afiladas como cuchillas y clavarlas en la piel, hondo, muy hondo, hasta morder el alma, y es cuando siento su frío, un frío metal que no puede derretir el mas brillante de los soles, y es en esos momentos cuando sólo puedes esperar a que pase. Con el tiempo he llegado a concerte un poco, mi querido "gato", he sabido disfrutar de ti y aunque me arranques la piel a jirones tambien he sabido disfrutar de esos momentos en los que te encanta clavarme los dientes, sentir como penentran lentamente, haces daño pero me voy curtiendo con tus dentelladas.
Abro la puerta otro día más, estas ahi verdad, debajo del edredón o quizas tumbado en el sofa, me esperabas? ya he llegado, soy tuyo, ven mi gato ya sabes tu nombre, SOLEDAD.

jueves, marzo 03, 2005

Líneas paralelas



Aún recuerdo en las clases de matemáticas:“las líneas paralelas se juntan en el infinito”, en el infinito. Y las personas paralelas, ¿dónde se juntan? Por que a veces mantenemos relaciones que son como líneas paralelas, somos personas paralelas. Por mas que parezca que una esta pegada a la otra, que circulan por la misma vía y la misma dirección hay algo que las mantiene a distancia, impidiendo que nunca se crucen que no se superpongan como en el efecto de dos imanes del mismo polo, hay un punto intermedio en el que no pueden acercarse más. Así con las personas paralelas, puedes sentir puedes decir hablar, ver, pero por mucho que lo intentes por mucho que lo quieras, o lo razones, llegas a un punto en el que el paralelismo impide cualquier acercamiento. Quizás como en las matemáticas en el infinito esas líneas llegaran a juntarse.

miércoles, marzo 02, 2005

A veces




A veces la más maravillosa de las mariposas
se pierde en su crisálida sin ver la luz del sol.

A veces el agua del rio
se pierde sin llegar a conocer la mar.

A veces la luna se esconde,
perdiéndose de su encuentro con el sol, y se va, y huye...

A veces tú eres así, te pierdes y te escondes...
Y no ves la luz.
Y no llegas a conocer la mar.
Y no encuentras el sol.