lunes, agosto 29, 2005

Sueños son Parte 7

Se giró y me miró, sólo fue un momento pero sentí como calvaba su mirada en mi y esta entraba en mi cuerpo.

- Si, realmente así era, creo que en el fondo aunque me sentía a gusto en su compañía, sentía que de alguna manera me estaba traicionando a mi mismo era como si me dejase llevar por la vida por los acontecimientos sin hacer nada.

Me sorprendió su contestación, ¿no era eso lo mismo que yo llevaba sintiendo hace mucho tiempo? En algún punto de mi vida me resigné y me dejar llevar, podría decir que por el destino, pero era mas bien por la inercia de los acontecimientos.
El debate siguió, otros dieron su opinión pero yo ya no estaba allí, estaba en mis sueños cuando pensaba en que la vida seria una serie de acontecimientos de sorpresas que la rutina nunca me alcanzaría que tendría a alguien a mi lado capaz de sorprender cada día y a su vez él seria capaz de sorprenderme, que seriamos como un muelle, acción-reacción y sin embargo ahora me sentía como una pareja más, una del montón, nos queríamos, sí, pero no con esa pasión, ahora todo era dejarse llevar, y si el amor consistía en eso, unos meses de pasión desenfrenada, las mariposas en el estómago, hacer el amor cada día y en los sitios mas insospechados para luego todo decaer, como una fruta madura, dejando paso a un sentimiento sosegado, tranquilo y reposado, ¿era capaz de adaptarme a ello?, o aquel cuenta cuentos estaba encendiendo un fuego que aún era capaz de apagar pero que si lo dejaba un poco mas ya no habría vuelta atrás.¿cómo era posible aquellas parejas de ancianitos que llevaban mas de cincuenta años casados?.

De pronto sentí una mano en mi brazo.

- ¿Nos vamos? Parece que el debate ya se acabó.

Efectivamente la gente se estaba levantado, vi al cuenta cuentos hablando con el moderador, recogí mi bolso y salimos del salón, un instante antes giré la cabeza y vi que el cuentacuentos me miraba, parecía que se despedía de mi.
Ya en el coche, hablamos sobre el coloquio, estaban animados les había gustado y las opiniones eran encontradas, nos tomamos la última copa en casa.
Me sentí embriagada por el alcohol y cuando nos fuimos a la cama, la excitación aumentó, él también se sentía excitado, apagó la luz de la mesilla y me besó, noté las prisas en su piel, sus manos acariciaron mi pelo y se deslizaron por mis pechos, su boca buscaba la mía y sentí el sabor del whisky en mi lengua. Deslizo su boca y se entregó a besar mis pechos, el camisón se deslizó hasta mis tobillos mientras el terminaba de quitarse los pantalones del pijama, deslizo su boca por mi estomago mientras yo acariciaba su sexo con mis manos, estaba preparado. Hicimos el amor, no duró mucho, él estaba muy excitado, en cuanto entró en mi, sintió el calor de mi sexo y empezaron los primeros vaivenes alcanzó el orgasmo. Me volvió a besar, y como una excusa me dijo – “espera tu no has llegado aún”- No importaba mi mente no estaba en ese lugar, aún resonaban las preguntas, las dudas. Le besé dulcemente, el se giró, y se durmió con su brazo rodeando mi pecho.

Yo no podía dormir, no era el hecho de no haber alcanzado el orgasmo, no era la primera vez ni la última, aunque él había hecho otras noches que lo alcanzara, pero para mi el sexo también estaba en la mente y esa noche mi mente no estaba precisamente para tener sexo. No me podía quitar de la cabeza la imagen del cuenta cuentos y sus palabras, le veía llorando al lado del cuerpo desnudo de una mujer, ella preguntándose que habría hecho mal y él sintiéndose el hombre mas solitario del mundo, esa imagen me conmovió y sentí una ternura por él como no la había sentido en mucho tiempo.
Aquella noche tuve una pesadilla, era el centro del coloquio, pero los que participaban eran antiguos compañeros de colegio, antiguos amigos de la infancia que no paraban de preguntarme que había hecho con mi vida, donde estaba, donde había llegado y si en el fondo me sentía feliz, yo intentaba justificarme, tengo trabajo, gano dinero, soy independiente, tengo a una persona que me quiere y al que quiero, y sin embargo había algo dentro de mi que les daba la razón. Me desperté preguntándoles cual era la solución, si ellos pudieran responderme.

Odiaba los domingos, y aquel no era distinto, todo lo contrario, pasé el día pensando si iría el martes al café, si en el fondo me arriesgaría a verle de nuevo.

Y llegó el martes, y entré en el café y me senté y me miró y le miré.

No hay comentarios: