lunes, marzo 21, 2005

La carta



Desplegó los dobleces, y la hoja se resintió, el paso del tiempo la había vuelto amarillenta y la tinta en algunas partes se había diluido.
“ Quizás sea esta la primera y última carta que te escriba, pero este verano será inolvidable. Cuando llegaste al hotel y pude verte por primera vez, nunca imaginé lo que nos pasaría. Una chica como tú y un pobre jardinero como yo, nunca harían una buena mezcla, pero aquella tarde en la que me decidí a llevarte al pueblo en la furgoneta del hotel, fue simplemente el inicio para mi, de algo maravilloso.
Podía ver tu melena correr con la brisa de la ventanilla abierta y el suave aroma de salitre inundarnos, y aquella primera sonrisa cuando me dijiste. “Pero ¿por qué me miras tan fijamente?” Luego vinieron las miradas ocultas mientras arreglaba el césped de la piscina, los encuentros casuales, el baile en el salón del hotel, hasta que llegó aquella tarde en la que te invité a pasear por el lago. Y mientras te enseñaba los caminos por los que de pequeño había jugueteado, el tiempo pareció aliarse, y una repentina tormenta cayó sobre nosotros, el agua nos empapó y debajo de aquel árbol mientras te abrazaba pude sentir el sabor de tu piel y de tus labios. Te hice el amor.
Tus padres, lo intuyeron, y ya después de aquel día fue casi imposible encontrarte, asi pasó el resto del verano, y ahora cuando caen las primeras hojas, el dolor se hace insoportable, tu ausencia tu vacío y no tener noticias tuyas me está volviendo loco, aún asi espero que esta carta pueda llegar a tus manos, y sepas que te amo.”

Lo miró con ternura, él yacía en la cama, frío casi inerte. La puerta se abrió y la enfermera te preguntó: “¿Se quedara esta noche también?, ¿Quiere que le prepare la cama?” Asentiste. Aunque sabías que no la utlizarias.
Cuando apagaron las luces, te hiciste un pequeño hueco en su cama le agarraste la mano. Maldita enfermedad, que más daba que te dijeran que estaba en coma y que probablemente no te oyera, para ti él estaba alli, y te oia y te sentia.
Te estabas quedando dormida, justo cuando le oiste decir:”Gracias por leer mi carta, nunca dejaré de amarte”, y sentiste que apretaba tu mano.

Aquella mañana, cuando la enfermera fue a despertarte, solo encontró dos cuerpos abrazados... sonriendo.

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