martes, marzo 15, 2005

El autobús



Sonó el despertador. Otro día más, el frío del dormitorio me abrazó dándome los buenos dias, una ducha un café caliente y otra vez tarde, a correr a la parada del autobús que me llevaría hasta la oficina. Me coloqué en la cola a la espera de que hoy al menos no tuviera que sufrir los empujones de siempre y poder coger lugar al lado de la ventana. Tuve suerte, no sé por que los martes parece que va menos gente, aún así el autobús iba casi al completo, me fije en el asfalto las líneas discontinuas pasaban una tras otra, parada brusca y algún quejido por lo bajo. El sol empezaba a calentar, y a mi me gustaban esos días donde el azul del cielo acompaña, me giré y allí estaba ella, debía haberse subido en la parada anterior, sus ojos negros resaltaban bajo el pelo castaño, despeinado seguro que por las prisas, tenía ese aire dulce, tierno, que a mi me encanta, y de pronto ella me miró, fueron unas décimas de segundo pero el tiempo suficiente para saber que me había visto, volví a mirar por la ventana por retirar la mirada que me parecía arrogante, sin embargo ella tenia un efecto magnético, irresistiblemente tenía q volver a mirarla, sí allí seguía, distraída con su mochila y una leve sonrisa que ocultaba el malestar de ser empujada a cada frenazo del conductor. La miré a escondidas, como los niños pequeños hacen en cuando ven una puerta entreabierta y oyen un ruido no reconocible. En la cuarta parada descendió, pasó a mi lado dejando una leve fragancia en el aire que rápidamente absorbí pude ver su silueta, sus vaqueros, su melena deslizarse sobre sus hombros.
Llegué a la oficina con su imagen diluyéndose en mi retina.
Al día siguiente, mi corazón palpitaba con la idea de volver a encontrarme con ella, la ventana ya no me atraía, ahora mi atención se fijaba en la parada del autobús, donde calculaba ella iba a subir y .. sí allí estaba ella, subió y miró por si había algún asiento libre, hasta que sus ojos se cruzaron con los míos, y juraría que esbozó una ligera sonrisa. Durante el trayecto los cruces de miradas se intensificaron, ahora yo no me ocultaba quería que supiera que estaba allí, observándola, agradeciendo que aquella imagen me alegrase la mañana.
Pasó una semana de encuentros, ella cada vez sostenía más la mirada, incluso diríase que me sonrió ampliamente, yo buscaba la manera de acercarme a ella lo más posible, pero me luchaba entre brazos y cuerpos que se levantaban entre ella y yo como un rompeolas. Ahora la sensación de alegría por encontrarme con ella dejó un resquicio a como poder establecer contacto. Pasé dos noches pensando en ello, a la tercera cogí un papel y un bolígrafo y le escribí una nota que pensaba dársela antes de que se bajara, así no podría decirme nada al menos hasta el día siguiente. La nota será de lo más breve: “Gracias por hacer de cada mañana un motivo para levantarme” Y no creáis que me resulto fácil escribirlo, pero al final creí que era la nota que más podía decir sin decir nada.
Esa mañana me quemaba en el pantalón, la sentía allí con vida propia moviéndose como un gusano encerrado. Ella subió, y me miró directamente pero es algo que nunca lograré entender de las mujeres esa extraña capacidad para hacerse las distraídas cuando están pendientes del más leve movimiento. Cuando llegó su parada, yo metí mi mano en el bolsillo y justo en el momento que pasaba a mi lado, me bloquee, si, me quede mudo paralizado de terror, y si ella no coge la nota y si piensa que soy un estúpido. Saqué mi mano del bolsillo y la vi alejarse. “De mañana no pasa”, me dije nada de notas, me bajaré en su parada y hablare con ella, “No tengo nada que perder”. Aquella noche no logré conciliar el sueño. Que palabras usar, qué decirle...
Ese día el autobús iba más vacío que de costumbre, algo extrañó, de pronto caí en ello, son las vacaciones universitarias, al llegar a su parada, un miedo me sacudió, ella no estaba.
Pasaron las semanas, no la volví a ver, a los tres meses me mudé. La nota la encontré meses días después arrugada en el fondo de mi mochila. Y hoy en día cuando cojo cualquier autobús aún tengo la esperanza de volvérmela a encontrar.

PD: Para un amigo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre nos quedará la duda de si... pero es inútil divagar. Desde un segundo después, el futuro ya no es el que podría haber sido. Quizá dentro de 20 años o más, un autobús, una tarde lluviosa, una ventana empañada y ella que pasa y mira y...

Anónimo dijo...

Si, un segundo puede ser toda una vida, pero las sensaciones, lo vivido y el recuerdo eso es simplemente inmortal.

Anónimo dijo...

que grande eres nico